Las causas de la Guerra Civil Siria

La avalancha de refugiados sirios que se agolpa a las puertas de Europa, escapando del horror, la muerte y la miseria, ha puesto el foco mediático de nuevo en una guerra olvidada hace tiempo por los gobiernos occidentales: la Guerra Civil Siria. Una guerra fruto de las tensiones político-sociales que estallaron en Siria dentro del contexto de las “Primaveras Árabes”, es decir, los levantamientos populares que a comienzos de 2011 se alzaron contra los gobiernos autoritarios de varios países del norte de África y Oriente Medio. La sublevación de una parte de la población siria contra el gobierno dictatorial de Bashar al-Assad, y el partido Ba’ath, progresivamente se convirtió en una cruenta guerra civil, alimentada por muchos países extranjeros con intereses en la zona, y en la que, hasta la fecha, ninguno de los bandos parece tener fuerza como para imponerse y ponerla fin. Mientras tanto, la Comunidad Internacional, mira sin saber muy bien que hacer, o si hacer algo. En este artículo trataré de dar mi opinión, a grandes rasgos, sobre las principales causas del conflicto, que, como casi siempre, son muchas y variadas y por ello, tienen difícil solución.

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1 – El Contexto histórico:

Siria formó parte del Imperio Otomano desde 1516 hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Tras su derrota en la guerra, Turquía se vio obligada a firmar el Tratado de Paz de Sèvres de 1920, mediante el cual, cedía gran parte de sus territorios a los vencedores. La denominada “Siria Otomana” (la actual Siria), pasará a manos de Francia. El protectorado francés fue breve, pero tuvo importantes consecuencias, ya que cambió las fronteras de Siria, separando la región del Líbano del resto para convertirla en un nuevo estado. En septiembre de 1936, Francia, cansada de combatir a los rebeldes independentistas sirios, decidió firmar con estos un tratado de paz mediante el que se otorgaba la independencia a Siria. Sin embargo, la independencia del país no será efectiva hasta 1946, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial (1939-45).

El nuevo estado Sirio vivirá sus primeros años entre convulsiones políticas y constantes golpes de estado, sin olvidarnos de su adhesión incondicional a las guerras árabes contra Israel. Guerras que Siria pudo sostener gracias al abundante armamento suministrado por su principal aliado en la época: La Unión Soviética. Entre 1958 y 1961, Siria se unirá a Egipto para formar la República Árabe Unida. Sin embargo, las diferencias entre ambos países harán que esta unión fracase al poco tiempo. Desde 1963 hasta nuestros días será el partido árabe socialista Ba’ath (o Baaz) quien dirija los destinos del país. Aunque esto no evitará que se produzca un nuevo golpe de estado en 1970, esta vez dentro del mismo partido, que reemplazará a sus líderes históricos: el presidente Nureddin al-Atassi y el “hombre fuerte en la sombra” Salah Jadid, por un carismático comandante de la Fuerzas Aéreas, y ministro de Defensa: Hafez al-Assad.

El autoritario, y en ocasiones populista, gobierno de Hafez al-Assad será el que generará gran parte del caldo de cultivo que hará estallar a la sociedad siria en 2011. Durante sus primeros años, Hafez al-Assad mantendrá una política belicista, participando en 1973 en la Guerra del Yom Kippur contra Israel y ocupando militarmente el Líbano en 1976. Pese al fracaso final de la guerra contra Israel, Siria recuperó gran parte de su prestigio y al-Assad alcanzó una gran popularidad.

Esta popularidad se verá contrarrestada por la corrupción generalizada del régimen y sobre todo por los conflictos político-religiosos que el gobierno mantendrá con los Hermanos Musulmanes a partir de 1979 y que acabarán con la trágica “Masacre de Hama” de 1982. Hafez al-Assad, al igual que muchos miembros del partido Ba’ath, era seguidor de la rama alauita del Islam, y aprovechaba su poder e influencia para colocar a alauitas (o alawitas) en los altos cargos políticos y militares del país, pese a que en Siria son una minoría que no sobrepasa el 15% de la población. Esto generó un profundo descontento entre la mayoría sunní del país y un verdadero choque frontal con los objetivos de la Organización de los Hermanos Musulmanes, cuya ideología propugna la supremacía sunnita en toda la región (usando en muchas ocasiones el terrorismo como medio para lograr sus fines). En Siria, los Hermanos Musulmanes se convirtieron en los principales opositores al régimen, realizando una campaña de sangrientos atentados terroristas que causaron centenares de muertos. Decidido a acabar con esta amenaza, a principios de febrero de 1982, Hafez al-Assad ordenó a sus fuerzas especiales entrar en el principal bastión de los rebeldes: la ciudad de Hama, para desarmarlos y detenerlos.

Enterados de los planes del gobierno, los rebeldes se alzaron en armas y tomaron la ciudad, asesinando a 70 miembros del partido Ba’ath y cerca de un centenar de soldados. La pérdida de la ciudad, obligó al régimen a trasladar a la zona a varios miles de soldados de élite, apoyados por tanques y artillería. Tras varios días de asedio y durísimos combates casa por casa, el 5 de febrero el ejército logró finalmente controlar gran parte de la urbe. A partir de entonces, en los días siguientes se inició una durísima represión, en la que los rebeldes fueron masacrados. El régimen llegó al extremo de demoler viviendas para acabar con los rebeldes que se refugiaban dentro o a usar armas químicas (gases tóxicos). Aunque las cifras de víctimas son contradictorias, se calcula que entre 5.000 y 10.000 civiles (contando entre ellos a los rebeldes), y alrededor de 1.000 soldados del régimen, perdieron la vida durante la operación. La masacre generó tal terror, que puso fin a la campaña de oposición de los Hermanos Musulmanes, reduciéndose su número de simpatizantes drásticamente. Esta huella sangrienta en la historia reciente de Siria nunca será olvidada, y en las protestas de 2011, los Hermanos Musulmanes verán la oportunidad de volver a la lucha. El gobierno de al-Assad continuó sin oposición hasta su muerte, que le llegó tras sufrir un infarto en el año 2000, siendo sucedido por su hijo, el actual presidente Bashar al-Assad.

Como vemos en este pequeño resumen, durante gran parte de su historia reciente Siria ha sido un país sometido por el partido Ba’ath, de corte autoritario, socialista, y militarista (un modelo que también se implantó en Iraq y que estuvo vigente hasta la caída de Saddam Hussein). Un país en el que la oposición política estaba íntimamente ligada a la oposición religiosa. Aunque esto cambiará con la llegada de las “Primaveras Árabes”.


2 – El estallido de la Contienda:

Como dije en la introducción, las Primaveras Árabes son el origen inmediato de la desestabilización en Siria. A comienzos de 2011, comenzaron las protestas contra el corrupto gobierno sirio, presidido por Bashar al-Asad. Al principio, las protestas no tuvieron mucho éxito y parecía que Siria se libraría de los movimientos violentos que sacudían Egipto, Túnez o Libia. Sin embargo, a partir del 15 de marzo de 2011 la situación comenzó a empeorar, las protestas juveniles, coordinadas a través de las redes sociales de internet, se hicieron mucho más fuertes, afectando a las principales ciudades del país, en especial a Deraa, la cuna de la rebelión. Los choques entre manifestantes y policías se volvieron cada vez más violentos.

El 20 de marzo, miles de personas salieron de nuevo en Deraa a protestar contra el gobierno con las consignas “Dios, Siria, libertad”, “derrocar al régimen” o “acabar con la corrupción”. La pacifica protesta acabó convirtiéndose en una revuelta que acabó con el incendio del Palacio de Justicia, la sede del partido oficialista Baath en la ciudad y el edificio de la empresa telefónica Syriatel, propiedad de un primo del presidente al-Asad. El gobierno sirio decidió reaccionar con mano dura y ordenó a la policía usar fuego real, lo que ocasionó un muerto y varios heridos entre los manifestantes. La dura represión del gobierno se incrementó en los días siguientes, aumentando exponencialmente el número de muertos y detenidos, lo que exacerbó aún más los ánimos entre los opositores al régimen. A finales de abril, el gobierno tuvo que desplegar al ejército para tratar de sofocar la insurrección popular. Varios militares, descontentos con la sangrienta represión del régimen, se pasaron al lado de los rebeldes y éstos, a su vez comenzaron a armarse, asaltando comisarías y cuarteles de policía.

Finalmente, el 31 de julio de 2011, un grupo de militares desertores crea el Ejército Sirio Libre, también conocido como Movimiento de Oficiales Libres, comandado por el coronel Riyad Mousa al-Asaad y, con el supuesto objetivo de proteger a la población civil de la represión del régimen mediante el uso de las armas. Ese mismo día, había acontecido la Matanza del Ramadán, en la que fallecieron 142 personas.

A la formación del Ejército Sirio Libre, siguió la formación del Consejo Nacional Sirio, el 23 de agosto de 2011, un órgano encargado de representar políticamente a la oposición siria, y que permite que las diferentes facciones rebeldes puedan hablar con una sola voz ante la comunidad internacional.

En septiembre, el Ejército Sirio Libre comenzó a avanzar hacia las provincias del norte, con objeto de asegurarse el dominio de la frontera con Turquía, un movimiento estratégico que les permitiría poder aprovisionarse de armas, municiones y suministros médicos. Convirtiéndose así en un duro hueso de roer para las fuerzas de Bashar al-Asad. La Guerra Civil era ya un hecho.

Con el tiempo, varios grupos externos: Hezbollah, los Kurdos, el Estado Islámico…se han visto involucrados progresivamente en el conflicto, pero tal es la complejidad de estas intervenciones que de momento las omitiré, ya que merecen un artículo propio.

3 – La intervención Internacional.

Estados Unidos y sus aliados europeos vieron las Primaveras Árabes como una gran oportunidad. Presuponían que la llegada de la democracia a estos países les permitiría abrir nuevos mercados económicos y, además, obtener nuevos aliados con los que fortalecer su posición en una zona conflictiva, pero de suma importancia estratégica. Por ello, apoyaron abiertamente a los rebeldes en la mayoría de países. Este apoyo fue principalmente político, pero en algunos casos llegó a ser también militar: proporcionando armas, suministros y asesores militares a los rebeldes, con lo cual, se aseguraban una rápida victoria de éstos. En Libia la jugada salió bastante mal, convirtiéndose a raíz de las Primaveras Árabes en un Estado Fallido donde las diversas tribus luchan por el poder. En Egipto, las potencias occidentales, asustadas por el cariz que tomaba el gobierno democrático de los Hermanos Musulmanes, basado en el radicalismo islámico, hubieron de dar marcha atrás, apoyando, aunque no abiertamente, el golpe de estado de julio de 2013 con el que los militares retomaban el poder sobre el país (aunque bajo la apariencia de reinstaurar la democracia).

En el caso de Siria, el apoyo de EE. UU. y Europa a los rebeldes, fue, y aún es, unánime. Esto se debe a varios motivos, a parte de la consabida aversión que las democracias sienten hacia los regímenes dictatoriales. Estratégicamente, un cambio de gobierno en Siria, fortalecería enormemente la posición estratégica de EE. UU., y sus aliados, en Oriente Medio y al mismo tiempo debilitaría la de su mayor rival: Rusia. El régimen de al-Assad es el principal aliado de Rusia en Oriente Medio, y además alberga, en la localidad de Tartús, la única base naval rusa en el Mediterráneo. Por ello el establecimiento de un régimen democrático y pro occidental en Siria sería el fin para la presencia rusa en la zona. Por otro lado, una Siria sunní podría formar un bloque, junto a Irak y Arabia Saudí, que detuviera la expansión de los chiítas, que tienen su principal bastión en el vecino Irán, por la región. Además de servir para frenar a Irán, una Siria prooccidental dejaría de ser una amenaza para el principal aliado de EE. UU. en la región: Israel. Pudiendo ponerse así fin al contencioso entre Siria e Israel por los Altos del Golán y a la alianza antisraelí entre Siria, Irán, y Hezbollah. Por último, un nuevo gobierno en Siria podría significar el fin de las intromisiones sirias en la política interna del Líbano.

Con todas estas razones, no es de extrañar que desde un principio EE. UU., facilitase a los rebeldes con armas modernas, municiones, y suministros médicos, además de proporcionarles dinero, y enviar expertos militares para que les asesoren y entrenen a sus tropas. Además de este importante apoyo, el gobierno de Barak Obama estuvo tentado de intervenir militarmente en Siria, con la ya manida excusa de que el régimen poseía armas de destrucción masiva (en este caso, además era verdad). Sin embargo, el apoyo de Rusia a Bashar al-Assad, la decisión final de éste de librarse de su arsenal de armas químicas, y el miedo a convertir Siria en un nuevo Irak, es decir en la tumba de varios miles de soldados norteamericanos, echaron por traste este proyecto de invasión.

Otra forma de apoyar a los rebeldes sirios, aunque bastante más turbia, son las Operaciones Especiales Encubiertas (las míticas Black Ops) que grupos de fuerzas especiales de Estados Unidos y Gran Bretaña “supuestamente” realizan contra el régimen sirio. El diario londinense, “Sunday Express”, desveló que miembros del SAS (Special Air Service), las fuerzas especiales británicas, destacadas en Siria para combatir al Estado Islámico (ISIS), se suelen disfrazar de yihadistas para realizar ataques encubiertos contra el ISIS. Unos ataques que, según otros medios, como “syrian free press”, se realizan también contra las fuerzas de al-Assad. Dada la naturaleza secreta de estas operaciones, es obvio que hasta varios años después de finalizado el conflicto no sabremos algo con certeza sobre ellas.

En contrapartida a este apoyo a los rebeldes, Rusia se ha encargado de suministrar armas, municiones y sus propios especialistas militares al régimen de al-Assad. En estas últimas semanas se ha conocido un incremento de la intervención rusa, que está enviando a la zona soldados y aviones de combate para ayudar al gobierno sirio.

Así pues, ambas superpotencias, EE. UU. y Rusia, dirimen sus diferencias entre sí al más puro estilo de la Guerra Fría: usando peones, y alimentando guerras de terceros países.
¿Habría acabado ya la Guerra Civil Siria sin el apoyo prestado por estas potencias a uno u otro bando? Probablemente sí.

4.2 – La llegada del terror: el Estado Islámico.

A todos los males de la guerra civil, Siria ha de sumar uno casi aún mayor; la invasión de los radicales islámicos del autodenominado Estado Islámico (ISIS). Este movimiento radical, aliado de la organización terrorista Al Qaeda, surge en Irak, en 2006. En un principio se nutre de combatientes extranjeros que acuden al país para combatir la invasión estadounidense y de antiguos militantes de la organización terrorista Ansar al Islam, conformada principalmente por salafistas (ultraconservadores sunnies) provenientes del Kurdistán iraquí. Tras una violenta e infructuosa lucha contra EE. UU. y las autoridades iraquíes, el grupo perderá importancia progresivamente. Sin embargo, la llegada, en 2010, de un nuevo y carismático líder: Abu Bakr al-Baghdadi, cambiará todo. A partir de entonces, el grupo reinició su campaña terrorista en Irak y además se extenderá por el norte de Siria, aprovechando la debilidad de las fuerzas de al-Assad.

En abril de 2013 el grupo proclamará la creación del “Estado Islámico de Irak y el Levante”. Un año después, en junio de 2014, coincidiendo con la captura del norte de Irak, su líder se proclamará como Califa de este nuevo estado terrorista.

En Siria, el Estado Islámico ocupa una gran parte del norte del país y sus tropas combaten contra el resto de fuerzas locales, atacando por igual al régimen de al-Assad y a los rebeldes moderados del Ejército Libre Sirio. Su objetivo es expandir las fronteras de su estado hasta lograr el dominio total del Irak y Siria, para luego extenderse a más países de la región. En las zonas que controla, el Estado Islámico impone su versión extremista de la Sharía, la ley islámica, castigando durisimamente a cualquiera que la vulnere. Además, persigue a las minorías religiosas y disfruta publicando en internet sangrientos videos de ejecuciones masivas de soldados prisioneros. A todas luces, el Estado Islámico es un retorno a la versión más sangrienta y oscura del medievo.

Por otro lado, y pese a lo contradictorio que parece, varias fuentes, entre ellas el congresista Patrick Daniel Welch, apuntan a que el Estado Islámico fue creado por EE. UU. para combatir al régimen de Bashar al-Assad y que su financiación y armamento provienen de EE. UU., Reino Unido e Israel. Personalmente, dudo de la veracidad de estas afirmaciones, aunque pudiera ser que EE. UU. participase en la creación del Estado Islámico, con objeto de debilitar al régimen sirio, y que luego perdiese el control sobre ellos. Algo similar, a lo ocurrido con Al Qaeda, creada por la CIA para combatir a los soviéticos en Afganistán, y que posteriormente se convirtió en uno de los mayores enemigos de los EE. UU.

Sea como sea, el Estado Islámico es una de las mayores amenazas para la seguridad, no solo de Siria, sino del Mundo. Su propaganda en Internet atrae a su causa a miles de jóvenes de todo el Mundo, incluida Europa, los cuales, un buen día pueden retornar a sus países de origen reconvertidos en fanáticos terroristas. Es difícil de entender que las grandes potencias no hagan mayores esfuerzos militares para erradicarlos.

5 – Balance hasta la fecha:

Decía Carl von Clausewitz que “la Guerra es la continuación de la política por otros medios”, y probablemente tenía razón. En las guerras no hay buenos ni malos, solo hombres ansiosos de poder con opiniones enfrentadas, incapaces de dialogar para alcanzar un mínimo consenso, e incapaces de ver el sufrimiento que causan con sus actos.

Hasta la fecha, y según cifras de Amnistía Internacional, la Guerra de Siria ha ocasionado cerca de 250.000 muertos y 11,6 millones de desplazados, de los que cerca de 4 millones son refugiados que buscan asilo en otros países.

Además, muchas zonas de Siria sufren hambrunas y graves epidemias, ante la falta de recursos médicos o de una mínima infraestructura. La ausencia de seguridad ha generado además una verdadera oleada de robos, secuestros y agresiones sexuales (miles de mujeres y muchachos jóvenes han sufrido violaciones), que afecta a todo el país.

Aparte de estos delitos, ambos bandos han cometido graves crímenes de guerra contra prisioneros y población civil. El régimen de al-Assad es acusado de torturar y matar a cerca de 11.000 rebeldes presos, de asesinar a cerca de 600 personas encargadas de la asistencia médica y sanitaria en zonas rebeldes, y de bombardear a sabiendas zonas ocupadas por civiles con objeto de causar terror entre los simpatizantes de los rebeldes, causando cerca de 9.000 muertos.

Los rebeldes por su parte también han torturado y ejecutado a centenares de soldados, policías y simpatizantes del régimen. Siendo mundialmente famoso el caso del comandante rebelde Abu Sakkar, que se grabó en video mientras arrancaba y devoraba el corazón de un soldado enemigo. Además, se acusa al bando rebelde de reclutar niños como soldados.

Por último, recordar la gran cantidad de patrimonio arqueológico milenario perdido, saqueado y vendido a coleccionistas internacionales, o destruido, a manos de la barbarie y la superchería religiosa.

¿Se podrá detener esta carnicería constante, este horror desencadenado antes de que cause mayores tragedias? Pues de todas las guerras, las peores son siempre las guerras civiles, ya que sacan a la luz los odios enquistados durante años entre vecinos e incluso familias.

© 2015 – Autor: Marco Antonio Martín García
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https://senderosdelahistoria.wordpress.com

4 comentarios

  1. estoy de acuerdo contigo, en terreno internacional no hay amigos sino intereses.
    El coltan se usa para fabricar móviles todos los países del mundo explotan al Congo para obtener eso.
    Siria supone intereses a nivel de recursos naturales y una posición clave en el ámbito geográfico.

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