David Stirling y el SAS

David Stirling (1915-1990), fue el famoso comandante del destacamento británico de operaciones especiales SAS (Special Air Service, o Servicio Aéreo Especial), que actuó, principalmente, en el Norte de África, y el Mediterráneo, durante la Segunda Guerra Mundial. Sus atrevidas incursiones, tras las líneas enemigas, contra aeródromos, y depósitos de combustible, dañaron gravemente el abastecimiento de las tropas del Eje y fueron, por tanto, claves para detener la ofensiva del general Rommel sobre Egipto. Este éxito permitió a los aliados seguir controlando el estratégico Canal de Suez, y continuar reforzando a sus tropas, hasta alzarse con la victoria final en África. Sin embargo, y pese a su destacada actuación, el polémico comandante Stirling sigue causando controversia hoy en día; para algunos historiadores fue un ingenioso héroe, mientras que sus detractores lo ven simplemente como un hombre arrogante, y sediento de fama, que vivió de la gloria que habían cosechado sus hombres. ¿Cuál fue la verdad? Probablemente una mezcla de ambas visiones.

David Stirling, 1915-1990
David Stirling, 1915-1990

1 – Un joven aristócrata, y aventurero.

David Stirling nació, el 15 de noviembre de 1915, en Keir House, la centenaria mansión de su aristocrática familia, que estaba ubicada en la parroquia de Lecropt, condado de Perth (Perthshire), en el centro de Escocia. David fue el cuarto hijo, de un total de seis (cuatro chicos y dos chicas), del matrimonio conformado por el Brigadier General Archibald Stirling (1867-1931), un distinguido militar, hijo del barón de Keir, y por Margaret Fraser (1881-1972), hija del señor de Lovat.

Gracias a su distinguida familia David tuvo una infancia acomodada, aprendió a cazar, pescar, y a disparar ya desde niño, y se educó, junto a sus hermanos, en la escuela de Ampleforth, North Yorkshire. Los veranos, los solía pasar en la casa de su familia materna, en Loch Morar (el lago Morar), Highland, en donde cazaba ciervos, hacía senderismo por las colinas, y escuchaba las historias bélicas de su tío; Simon Fraser, 14º señor de Lovat, que había creado su propia unidad, los “Lovat Scouts” (exploradores de Lovat) para combatir a las guerrillas Boer, en Sudáfrica, entre 1900 y 1902.

Tras este bucólico periodo, David ingresó en la Universidad de Cambridge, y, aunque los estudios no se le dieron mal, pasó más tiempo en las carreras de caballos del cercano hipódromo de Newmarket. Acabados sus estudios universitarios, se desplazó a París, para dedicarse al arte durante algún tiempo. Finalmente, y gracias a sus conexiones familiares, encontró trabajo, en Edimburgo, como arquitecto en prácticas.

En 1937, Stirling, con 22 años y 1,98 m. de estatura, decidió ser el primer hombre en escalar la cima del Monte Everest y comenzó a preparase para llevar a cabo tal aventura, escalando las escarpadas montañas Cuillins, en la isla de Skye, y varias alturas de las Alpes Suizos. Un año después, en 1938, David decidió ingresar en el ejército, alistándose en el regimiento de su padre, los Scots Guards (Guardias Escoceses), con la idea de continuar la tradición familiar y, al mismo tiempo, mejorar su entrenamiento físico para la escalada. Sin embargo, en pocos meses se cansó de la anodina instrucción militar y se desplazó a Canadá para continuar escalando montañas.

En 1939, tras estallar la Segunda Guerra Mundial, David tuvo que abandonar sus planes de escalar el Everest para regresar a su regimiento, en el que también habían ingresado dos de sus hermanos; William (1912-1983), y Hugh Stirling (1917-1941). Sin embargo, una vez más, David no se sintió a gusto en el estricto regimiento de Guardias Escoceses (sus superiores lo consideraban un irresponsable) y, haciendo gala de un espíritu intrépido y aventurero, se presentó voluntario para ingresar en el Comando N.º 8 (Guardias), una nueva unidad, del tamaño de un batallón, creada por el teniente coronel Robert Laycock para realizar operaciones especiales tras las líneas enemigas.

Tras un arduo entrenamiento, en el norte de Escocia, el Comando N.º 8, pasó a formar parte, como batallón B, de un nuevo destacamento especial, denominado Layforce en honor a su comandante; el mencionado Robert Laycock, y que estaría además compuesto por otras unidades especiales: el Comando N.º 7 (batallón A), el Comando N.º 11 (batallón C), y por personal de los Comandos N.º 50, y N.º 52 (batallón D). En total, Layforce contaría con más de 2.000 hombres que, en febrero de 1941, partieron hacia Egipto para establecer allí una base desde la que realizar operaciones especiales, contra las líneas logísticas del Eje, en el Frente del Mediterráneo.


2 – Stirling en Egipto.

En un principio, y al calor de las victorias sobre los italianos en el Norte de África, el mando aliado había sopesado usar el destacamento Layforce para realizar una incursión contra la isla de Rodas y, a ser posible, conquistarla. Sin embargo, la inesperada llegada de tropas alemanas, el famoso Afrika Korps del general Rommel, al frente de la Cirenaica (costa noreste de Libia), produjo un rápido deterioro de la situación para los británicos que, derrotados, tuvieron que regresar a las fronteras de Egipto, mientras el importante puerto de Tobruk era cercado y asediado por el enemigo.

A causa de todo esto, se abandonaron los planes para invadir Rodas y el destacamento Layforce fue dividido para hacer frente a varias misiones simultaneas: reforzar la guarnición de Tobruk, reforzar las defensas de Chipre, ayudar a evacuar Creta, y realizar operaciones contra las líneas de abastecimiento del Eje en las costas de Cirenaica, y de Siria (el Líbano era parte de la Francia gobernada por el régimen de Vichy). Por desgracia, para los británicos, la mayoría de estas operaciones especiales acabó en fracaso y, además, sufrieron muchas bajas (de los 800 hombres enviados a Creta solo regresaron 200), lo que provocó que, a partir de entonces, el alto mando fuese bastante reticente a la hora de emplear de nuevo a este tipo de unidades.

Mientras sus compañeros participaban en estas arriesgas misiones, el joven teniente Stirling, que era parte de la reserva del destacamento, se aburría en Egipto y decidió dedicar su tiempo al ocio, pasando a ser un cliente habitual de los bares, restaurantes, clubs, y casas de apuestas de la ciudad. Su actitud indolente, y despreocupada, le granjearía el apodo de the Giant Sloth (el gigante perezoso) y le metería en problemas con sus superiores, que lo consideraban un auténtico irresponsable.

Sin embargo, Stirling no sólo pasó el tiempo emborrachándose en el Cairo, sino que, en sus momentos de mayor lucidez, estuvo buscando una fórmula para resolver uno de los principales problemas para la actuación de las fuerzas especiales británicas en el norte de África: como llegar inadvertidamente a la retaguardia enemiga, salvando las enormes distancias, y la complicada orografía, del desierto, sin perder el elemento sorpresa. La solución de Stirling, a dicho problema, fue bastante innovadora, aunque también muy arriesgada: desplegar a los comandos por vía aérea; es decir, reconvertirlos en paracaidistas y hacerlos saltar, preferiblemente de noche, tras las líneas enemigas.

Dado que sus superiores desestimaron su propuesta, por considerarla irrealizable, Stirling, en colaboración con su buen amigo; el teniente de comandos John Steele Lewes (1913-1941), decidió ponerla en práctica; realizando un salto con paracaídas en pleno desierto. Dada su carencia en adiestramiento, y equipo adecuado, el salto de Stirling salió mal, la tela de su paracaídas se rasgó, tras tropezar con la cola del avión, y cayó a tierra a gran velocidad, lesionándose gravemente la columna vertebral. Felizmente, el teniente Lewes realizó un salto perfecto y pudo auxiliar a Stirling, que había perdido el conocimiento y, lo más preocupante: no sentía las piernas.

Su aventura, le costó a Stirling pasar ocho semanas en el hospital de el Cairo, y aunque, felizmente para él, logró volver a caminar, sentiría las secuelas, que el accidente ocasionó en su espalda, durante el resto de su vida. Pese a todo, estaba satisfecho, ya que había conseguido demostrar que, aunque arriesgado, era posible desplegar una fuerza de paracaidistas en pleno desierto.

Tras salir del hospital, Stirling entabló contacto con el brigadier Dudley Wrangel Clarke (1899-1974), un alto oficial de inteligencia que había creado una unidad de paracaidistas ficticia; la primera brigada del SAS (Special Air Service, o Servicio Aéreo Especial) para engañar a los espías del Eje en el Cairo. La idea de Stirling era convertir, en autentica, a esa unidad ficticia y, con la ayuda de Dudley, logró convencer al comandante en jefe británico, el general Claude Auchinleck (1884-1991) para que autorizase, en julio de 1941, la creación de una pequeña unidad aerotransportada, el Destacamento L, del Special Air Service, compuesto por 6 oficiales y 60 soldados, que tendría como misión atacar los aeródromos avanzados del Eje. De esta forma nació el SAS, una de las unidades de operaciones especiales más famosas de la historia, y que aún perdura en nuestros días.

Hay que destacar que uno de los principales críticos con David Stirling, el escritor británico Gavin Mortimer, ha puesto de manifiesto que, aunque la idea de crear una unidad paracaidista, para realizar operaciones especiales tras las líneas enemigas, surgió de la colaboración entre David y “Jock” Lewes, fue realmente su hermano mayor “Bill” (William Stirling), quién la llevó a la práctica, logrando convencer de su utilidad a los mandos y encontrando a la persona idónea para comandar a los hombres en el campo de batalla: el teniente Paddy Mayne (1915-1955). Según Mortimer, mientras que David Stirling, ascendido a capitán, ostentaba el mando teórico de la nueva unidad, y se llevaba el mérito, en realidad sería Mayne quien planificase y dirigiese las operaciones contra los aeródromos del Eje.

Stirling con sus hombres. Imperial War Museum
Stirling con sus hombres. Imperial War Museum.


3 – La primera misión del SAS.

La primera misión del Destacamento L fue la Operación Squatter; el ataque por sorpresa contra cinco aeródromos avanzados del Eje que estaban ubicados en el área entre Gazala y Tmimi. La noche del 16 al 17 de noviembre de 1941, 62 comandos del SAS, divididos en cinco grupos de 11 soldados y un oficial (Stirling junto con los tenientes: Lewes, Mayne, McGonigal, y Bonington), más dos oficiales de apoyo (tenientes Fraser y Thomas), embarcaron en aviones de transporte Bristol 130 Bombay para realizar un salto aerotransportado tras las líneas enemigas y atacar, al anochecer, los aeródromos enemigos.

Los oficiales de enlace de la R.A.F (Royal Air Force) habían recomendado a Stirling posponer la operación, dada la presencia de una tormenta, con rachas de viento de 30 nudos, y mala visibilidad, sobre la zona desértica en la que habían planificado descender. Sin embargo, el testarudo Stirling decidió seguir adelante y la operación acabó en un trágico fracaso. De los 62 hombres que formaban parte de la operación sólo lograron regresar a sus líneas 21. Uno de los aviones de transporte, el que llevaba al grupo del teniente Bonington, fue alcanzado por las defensas antiaéreas enemigas y tuvo que aterrizar, de emergencia, en el desierto, a poca distancia, precisamente, del aeródromo que pretendían atacar. A causa de esto, todos sus ocupantes fueron capturados por los alemanes.

Los otros grupos de comandos tuvieron más suerte y lograron realizar el salto en paracaídas, pero, se encontraron con un fuerte viento que los arrastró lejos de la zona prevista. Además, muchos de ellos aterrizaron mal y sufrieron contusiones, y laceraciones, de distinta gravedad. Uno de los peor parados fue el teniente Eoin McGonigal, que se rompió el cuello al caer, falleciendo al instante. Sin su liderazgo, el resto de sus hombres acabó vagando por el desierto hasta acabar siendo capturados por soldados italianos.

Pese a estas desgracias, Stirling, Lewes, Mayne, y el resto de supervivientes, trataron de reagruparse, para continuar la misión, pero, se encontraron con que el viento también había arrastrado los contenedores que transportaban las armas y explosivos. Armados tan solo con revólveres, y unas cuantas granadas, tuvieron que desistir en su empeño, y replegarse a la zona de evacuación prevista, para ser recogidos por un grupo del LRDG (Long Range Desert Group o Grupo del Desierto de Largo Alcance), la unidad de reconocimiento avanzado, del ejército británico, que operaba principalmente con coches, y camiones, todoterreno.

Tras este fiasco, en el que el SAS había perdido a dos tercios de sus efectivos, Stirling decidió cambiar de tácticas, inspirándose en las empleadas por el LRDG, es decir; decidió emplear vehículos todoterreno (principalmente jeeps), armados con ametralladoras pesadas, para desplazarse rápidamente por el desierto y realizar incursiones, por sorpresa, contra los aeródromos enemigos. De esta forma, adaptándose, y aprendiendo de los errores, Stirling lograría convertir al SAS en una exitosa fuerza de operaciones especiales, que, con sus inesperados, y violentos, ataques, sembraba el pánico entre las tropas del Eje.


4 – Las incursiones contra los aeródromos del Eje.

Tras reagruparse en el oasis fortificado de Al Jaghbub, en el noreste de Libia, los hombres del SAS comenzaron a prepararse para atacar, en esta ocasión por tierra, los aeródromos alemanes de Agedabia (Ajdabiya), El Agheila, y Sirte, ubicados en la franja costera de Libia. Esta misión, había sido inicialmente encargada, por el mando británico, al LRDG, pero su comandante, el coronel Guy Lenox Prendergast (1905-1986), arguyó que no podrían realizarla, al carecer de expertos en explosivos, y planteó a sus superiores la sugerencia de que encargasen la misión al Destacamento L de Stirling. Gracias, por tanto, a la intervención de Prendergast, el SAS tendría una segunda oportunidad.

El 7 de diciembre de 1941, Stirling, y los 25 hombres con los que contaba, fueron trasladados al Oasis de Jalo, una base del LRDG, para lanzar, desde allí, su incursión por sorpresa contra los aeródromos del Eje. Con objeto de atacar, al mismo tiempo, los tres aeródromos enemigos, los hombres del SAS se dividieron a su vez en tres grupos: David Stirling, junto con Paddy Mayne, y un grupo de diez hombres, se dirigieron, el 8 de diciembre, al aeródromo de Sirte, mientras que el teniente Lewes, junto con 9 soldados, se encaminaron, el 9 de diciembre, hacia El Agheila, y, por último, un tercer grupo, compuesto por el teniente Fraser, y tres hombres, partió, también el día 9, hacia el aeródromo de Agedabia. Los tres grupos fueron trasladados hasta sus objetivos en camiones Chevrolet WB 30 cwt, conducidos por un destacamento del LRDG, al mando del capitán Charles Alexander «Gus» Holliman (1917-1945), que tenía la misión de prestar apoyo logístico a los hombres del SAS.

El 12 de diciembre, mientras se aproximaba a su objetivo, el grupo de Stirling avistó un aeródromo enemigo secreto, ubicado en Wadi Tamet, Sirte, y, tras consultarlo con Mayne, Stirling decidió atacarlo también, dividiendo, para ello, sus fuerzas en dos. Stirling, con sus hombres, se dirigió hacia el aeródromo de Sirte, pero, al aproximarse a su objetivo, se toparon con un campo de minas, y alertaron a dos vigías italianos, teniendo que huir de la zona. Debido a este retraso, cuando alcanzaron finalmente el aeródromo, los aviones italianos (supuestamente 30 bombarderos ligeros Caproni Ca.309 Ghibli) ya habían sido trasladados y tuvieron que regresar sin haber podido completar su misión. El teniente Mayne, por el contrario, tuvo mejor suerte; consiguió infiltrase en el aeródromo de Tamet y destruir 24 aviones enemigos con las bombas creadas por el teniente Lewes; una mezcla de explosivo plástico e incendiario (termita), de medio kilo de peso, que era accionado por un detonador de tiempo tipo lápiz (pencil detonator).

Por su parte, el grupo del mencionado teniente Lewes logró también alcanzar el aeródromo de El Aghelia, pero, al igual que en el caso de Stirling, no encontró aviones enemigos. Ante esta circunstancia, Lewes decidió usar un camión italiano capturado para infiltrarse, el 13 de diciembre, en el puerto de Marsa Brega y destruir varios depósitos de municiones. Finalmente, el 21 de diciembre, el grupo de Fraser se infiltró, también con éxito, en el aeródromo de Agedabia y logró destruir 37 aviones de los 75 que estaban allí estacionados.

Es posible, que estas cifras de aviones destruidos hubiesen sido infladas por motivos propagandísticos. Los alemanes, por su parte, reconocen la perdida de cinco aviones en Tamet (3 CR.42, un Macchi C.200, y un Junkers Ju 87 R) y de 18, de diferentes modelos, en Agedabia. Sea como fuere, y haciendo balance, la segunda misión del SAS, con apoyo del LRDG, fue un rotundo éxito; habían golpeado al enemigo en su retaguardia, causándole graves daños sin sufrir bajas.

Tras redimirse así de su primer fallo, un exultante Stirling decidió tentar a la suerte y atacar los mismos objetivos tan solo una semana después, juzgando, acertadamente, que las tropas del Eje no esperarían una nueva incursión. El 24 de diciembre, los grupos de Stirling, y Mayne, compuestos, cada uno, por un oficial y cuatro comandos, partieron de nuevo hacia los aeródromos enemigos en Sirte y Wadi Tamet. Dos días después, el 26, salieron los grupos de Lewes y Fraser. El primero, atacaría un aeródromo cercano a la localidad de En Nofilia (Naufaliya), mientras que, el segundo se dirigiría hacia un aeródromo enemigo ubicado en las proximidades del famoso Arco de los Filenos (Arae Philaenorum), un monumento triunfal italiano, ubicado en la vía Balbia, en la frontera entre Tripolitania, y Cirenaica.

De nuevo, la incursión de Stirling tuvo mala suerte, se topó con una columna blindada enemiga en retirada y hubo de contentarse con destruir varios postes de telégrafo y un par de camiones enemigos. El teniente Mayne, por el contrario, volvió a reeditar su anterior éxito, y, el 28 de diciembre, logró infiltrarse en el aeródromo de Tamet y destruir 27 aviones enemigos (los alemanes admitieron sólo la pérdida de 9 cazas Macchi M.C.202 Folgore).

Por otro lado, el grupo de Lewes sólo logró destruir dos aviones enemigos en el aeródromo de En Nofilia, al tener que replegarse tras estallar una carga explosiva, antes de tiempo, que puso en alerta a la guarnición enemiga. Así mismo, el grupo de Fraser tampoco logró atacar el aeródromo del Arco de los Filenos. Para mayor desgracia, cuando el destacamento del LRGD, que transportaba al grupo de Lewes, se dirigía hacia el punto de extracción determinado para recoger al grupo de Fraser, fue avistado por cazas alemanes que atacaron sus transportes. Todos los camiones, excepto uno, fueron destruidos, y el carismático teniente Lewes fue herido de muerte, mientras trataba de repeler al enemigo disparando la ametralladora de uno de los vehículos.

La pérdida de Lewes fue muy sentida por los hombres del SAS, dada la gran contribución de dicho oficial a la creación de la unidad, y los fuertes lazos de camaradería que tenían sus miembros iniciales. Fraser, abandonado a su suerte, tuvo que regresar a pie, junto con sus cuatro hombres, caminando, durante nueve días, por el desierto, hasta alcanzar las líneas británicas.

Tras este episodio, Stirling dio unos días de descanso a los cuatro oficiales, y 14 hombres, que le quedaban, y, a comienzos de 1942, se dirigió hacia el Cairo para solicitar refuerzos. El comandante en jefe, Claude Auchinleck, satisfecho con el trabajo del SAS en la retaguardia enemiga, ascendió a Stirling al rango de mayor, y le otorgó un complemento de 6 oficiales y 40 hombres, con los que reforzar la unidad. Además, se autorizó a la unidad a llevar boinas (al principio blancas, y luego, tras las burlas recibidas por parte de otras unidades, se cambiaron a color arena), con su propio emblema, una espada con alas acompañada del lema: “Who Dares Wins” (quien se atreve, gana).

Voluntarios Franceses en el SAS, Túnez 1943. Copyright: © IWM.


5 – “Who Dares Wins”.

Gracias al apoyo del comandante Auchinleck, Stirling tuvo luz verde para realizar, a finales de enero de 1942, un nuevo tipo de operación: una incursión marítima, empleando canoas, contra el puerto de Buerat Al-Hassoun, en el oeste de Libia, para destruir los barcos del eje anclados allí. Sin embargo, cuando los comandos de Stirling alcanzaron el puerto, no encontraron barcos enemigos que destruir, y se tuvieron que contentar con la destrucción de varios camiones de combustible, estacionados en el puerto.

Tras regresar a Egipto, Stirling se dirigió a la base del SAS, ubicada en las instalaciones de la RAF (Royal Air Force, o Real Fuerza Aérea) en el aeródromo de Kabrit, al norte del Canal de Suez. Allí se había quedado Paddy Mayne, que, ascendido a capitán, era el encargado de formar a los nuevos voluntarios, entre los que se encontraba el capitán William John “Bill” Cumper (m.1954), un nuevo experto en explosivos, el sargento Jeffrey Du Vivier (1916-2010), experto en navegación nocturna, y, curiosamente, un grupo de 52 paracaidistas franceses, comandados por el capitán Georges Roger Pierre Bergé (1909-1997). Dado que Mayne era un hombre de acción, al que le aburría sobremanera adiestrar a los nuevos soldados, Stirling designó a un sargento mayor, de origen estadounidense, Charles “Pat” Riley (1915-1999), para realizar dicha tarea, lo que sirvió también para aliviar las constantes tensiones, que mantenían entre sí, los voluntarios británicos y franceses (impacientes por entrar en acción para resarcirse de la derrota sufrida por su país).

Tras poner así en orden su campamento, Stirling se dedicó a planear su próxima operación: un ataque contra el estratégico puerto de Bengasi, al que arribaban la mayor parte de los suministros utilizados por las tropas del Eje. Además, y como complemento, o distracción, el resto del Destacamento L realizaría incursiones contra los aeródromos de Barce, Berka, y Slonta (Suluntah), cercanos a Bengasi. Para realizar esta nueva serie de ataques contra objetivos estratégicos del Eje, el destacamento del SAS se trasladó a un nuevo campamento, ubicado en el Oasis de Siwa, al oeste de Egipto.

El 15 de marzo de 1942, los grupos de incursión del SAS partieron de Siwa, para realizar sus respectivos ataques, acompañados por Robert “Bob” Melot (1895-1944) un voluntario belga, experto en árabe, que trabajaba para el servicio de inteligencia, y de dos guías sanusíes locales. Stirling, junto con otros seis hombres, se disfrazaron de alemanes, y a bordo de un Ford V8 C11ADF (que Stirling había tomado prestado al Estado Mayor, y recortado el techo), y de un coche alemán capturado, lograron infiltrarse en Bengasi sin despertar sospechas. Sin embargo, la imprevista llegada de una tormenta provocó un fuerte viento, y que el mar se agitase, lo que les impidió utilizar las endebles canoas, desmontables, con las que contaban para colocar explosivos en los barcos del puerto. Temiendo ser descubiertos no tuvieron más opción que regresar con las manos vacías. Por otro lado, en los ataques a los aeródromos cercanos a Bengasi solo el grupo de Mayne logró cumplir su objetivo, destruyendo 15 aviones del Eje en Berka.

Pese al fracaso en la incursión a Bengasi, Stirling había demostrado que era posible infiltrarse en el puerto fortificado y, por ello, decidió hacer un nuevo intento. El 22 de mayo de 1942, Stirling, y cinco de sus comandos, lograron entrar en Bengasi disfrazados, de nuevo, de soldados alemanes. En esta ocasión, además, los acompañaba un invitado de honor: el capitán Randolph Churchill (1911-1968), el único hijo varón del célebre primer ministro británico, Winston Churchill (1874-1965), que, pese a su obesidad y gusto por el alcohol, había decidido unirse al SAS.

La presencia del hijo de Churchill en una misión tan arriesgada respondía al deseo de Stirling de aumentar aún más su creciente fama, y, al mismo tiempo, de ganarse el favor del primer ministro. Sin embargo, y como ya empezaba a ser habitual en las operaciones comandadas personalmente por Stirling, la incursión marítima contra Bengasi no salió como estaba prevista, los botes hinchables, que pretendían utilizar para acercarse a los barcos enemigos, no pudieron ser inflados, y tuvieron que retirarse de la ciudad ante el temor a ser descubiertos. Para mayor contratiempo, en el viaje de regreso el vehículo de Stirling sufrió un accidente y Randolph Churchill resultó herido en la espalda (tres vértebras rotas). Pese a todo, el hijo de Churchill había disfrutado de la incursión y así se lo hizo saber a su padre, dejando, con ello, en buen lugar a Stirling.

Pese a este nuevo fracaso, el general Auchinleck no perdió la fe en Stirling y, a comienzos de junio de 1942, le encomendó una misión de vital importancia. Dos convoyes británicos tenían previsto zarpar, desde Gibraltar, y desde Alejandría, para transportar suministros a la estratégica isla de Malta, que, desde 1940, se encontraba asediada por los continuos bombardeos aéreos del Eje. Ante el riesgo de que el convoy de Alejandría fuese atacado por los aviones del Eje desplegados en Libia, el Alto Mando encomendó al SAS destruir en tierra el mayor número posible de aviones enemigos para reducir así la amenaza contra el convoy aliado.

El 13 de junio de 1942, un contingente de 12 comandos, divididos en tres grupos de cuatro hombres; uno al mando de Stirling, otro al mando de Mayne, y el tercero compuesto por franceses al mando de un antiguo profesor de filosofía; el teniente André Zirnheld (1913-1942), trataron de atacar seis aeródromos de Bengasi, aunque, dado el nivel de alerta enemigo, solo los franceses tuvieron algún éxito, al lograr destruir, en el aeródromo de Berka, seis aviones enemigos (los alemanes solo reconocen la pérdida de 3 bombarderos Savoia Marchetti S.M.79).

Por otro lado, y como parte de la misma operación, otro grupo de seis comandos, dirigido por Georges Bergé, fue transportado por un submarino Tritón a la isla de Creta, con objeto de sabotear los aviones enemigos acantonados en el aeródromo de Heraclión. Tras cumplir su misión, logrando destruir 20 aparatos enemigos (según los alemanes fueron 8 bombarderos Junkers Ju 88 A-4), Bergé, y sus hombres, fueron capturados por los alemanes cuando se dirigían a la costa para ser evacuados. A causa de esto, pasaron el resto de la guerra en un campo de prisioneros en Alemania.

Por desgracia para los británicos, estas operaciones especiales no lograron salvaguardar a sus convoyes de suministros. A causa de los ataques aéreos alemanes la mayoría de transportes acabaron en el fondo del mar y sólo dos barcos alcanzaron Malta, alargando, por un tiempo, la capacidad de resistencia de la isla.

Un mes más tarde, y ante el imparable avance de Rommel, que, tras conquistar la estratégica plaza de Tobruk, avanzaba hacia la frontera egipcia, el comandante Auchinleck ordenó al SAS desplegarse en la base de Qaret Tartura (Qārat Ţurţūrah), en la desértica depresión de Qattara, Libia. El objetivo de este despliegue era realizar, desde allí, incursiones contra los aeródromos avanzados del Eje, establecidos en la costa egipcia, con objeto de reducir su capacidad de respuesta frente a la contraofensiva que estaban preparando los británicos en el frente de El Alamein, Egipto.

Dada la importancia de la misión, el SAS fue equipado con 15 nuevos vehículos Jeep Willys MB, armados con dos ametralladoras de disparo rápido Vickers K (1.200 DPM) y, además, contaba con el apoyo logístico de otros 20 todoterrenos, cargados de provisiones, del LRDG, que estaban comandados por el capitán John Alastair Livingstone Timpson (1915-1997).

El 7 de julio, los comandos del SAS divididos en seis grupos, se dispusieron a atacar los aeródromos que había capturado el Eje durante su avance en Egipto: Stirling y Mayne debían atacar el aeródromo de Bagoush, el teniente Bill Fraser, y el teniente Agustin Jordan (1910-2004), que había sucedido a Georges Bergé en el mando del grupo de franceses, atacarían los dos aeródromos cercanos a la localidad de Fuka, Egipto. Un quinto grupo atacaría el aeródromo de Sidi Barrani y, por último, un sexto grupo, anglo-francés, al mando del ilustre conde George Jellicoe (1918-2007), y del teniente André Zirnheld (1913-1942), realizarían una incursión en la carretera de la costa, entre Fuka y Galal, con objeto de destruir transportes de suministros enemigos.

En esta ocasión, las incursiones fueron bastante exitosas: los grupos que atacaron Sidi Barrani, y la carretera de la costa, tuvieron que regresar con las manos vacías, al no encontrar objetivos valiosos que destruir, pero, el teniente Jordan logró destruir 10 aparatos enemigos en el aeródromo de Fuka (según los alemanes solo resultó dañado un caza italiano Macchi C.202), y los grupos de Stirling, y Mayne, destruyeron 37 cazas enemigos en Bagoush. En este último ataque, una docena de las bombas Lewes, colocadas por Mayne y sus hombres, no detonaron, a causa de un malfuncionamiento, y, ante esta circunstancia, Stirling decidió realizar un ataque relámpago contra el aeródromo, cargando con los jeeps, al más puro estilo de la antigua caballería, y ametrallando los cazas italianos CR.42 que aún estaban intactos. Las tropas del Eje no supieron reaccionar ante el fulgurante ataque, y Stirling pudo retirarse sin sufrir bajas.

Con esta atrevida acción, Stirling descubrió un nuevo modo de atacar los aeródromos: entrar en ellos a toda velocidad, con los jeeps, y disparar a discreción sus ametralladoras contra aviones, y tripulantes, enemigos. Esta forma de ataque era mucho más rápida que infiltrarse en el aeródromo para colocar bombas de tiempo, pero, obviamente, era también muy arriesgada, en caso de que el aeródromo contase con defensas adecuadas.

Patrulla del SAS en jeeps armados con Vickers K.
Patrulla del SAS en jeeps armados con Vickers K.


6 – La incursión contra Sidi Haneish.

Con objeto de implementar su nueva táctica y, al mismo tiempo, dejar de depender del transporte logístico provisto por el LRDG, el 13 de julio de 1942, Stirling se desplazó a El Cairo para solicitar al alto mando refuerzos, suministros, y la dotación de sus propios vehículos, en concreto: seis camiones de suministros Ford, de tres toneladas, y 20 jeeps armados con cuatro ametralladoras Vickers K en montaje doble (dos en la parte delantera, accionadas por el copiloto, y otras dos, en la parte posterior, sobre un soporte antiaéreo, accionadas por un pasajero), y que incorporaban mejoras como un condensador de agua, blindaje para el radiador, suspensión reforzada, y compás para la navegación en el desierto.

Gracias a su buena relación Auchinleck, y a su creciente fama, tanto en la prensa británica, como entre sus enemigos, los alemanes le habían apodado: The Phantom Major (el Mayor Fantasma), Stirling consiguió el equipamiento que había solicitado pese a la oposición de algunos oficiales del Cuartel General, que le consideraban indisciplinado, y que pretendían amalgamar su unidad con el S.O.E (Special Operations Executive o Dirección de Operaciones Especiales) para limitar su independencia. Tras reclutar a Mike Sadler (sigue aún vivo, con 103 años), el experto navegante del LRGD que les había guiado en misiones previas, Stirling, acompañado de los nuevos vehículos y reclutas, regresó con sus hombres y se dispuso a realizar una incursión en masa contra el aeródromo enemigo de Sidi Haneish, Egipto.

El 24 de julio de 1942, Stirling explicó, ante sus atónitos hombres, su plan para atacar Sidi Haneish: usando la oscuridad de la noche, como cobertura, se aproximarían al aeródromo con 18 jeeps, cada uno tripulado por tres hombres: un conductor y dos artilleros. Una vez alcanzada la distancia adecuada formarían una línea horizontal y comenzarían a disparar sus ametralladoras para silenciar las defensas del aeródromo. Tras esto, los jeeps formarían en línea y entrarían en la pista de aterrizaje, ametrallando los aviones, estacionados a izquierda y derecha de la pista, con una mezcla de balas incendiarias, trazadoras, y perforantes. Como contingencia, un jeep quedaría en reserva para recoger posibles heridos y bajas. En resumen, se puede decir que Stirling planeaba, nada más y nada menos, que lanzar una carga de caballería, a lomos de jeeps, contra el aeródromo enemigo.

Dos días después, el 26 de julio, el plan de Stirling se puso en marcha. Tras una ardua travesía por el polvoriento desierto, la columna de jeeps, dirigida por Mike Sadler, consiguió llegar hasta su objetivo, sin ser detectada, y perdiendo un solo vehículo, que quedó atascando en una zanja antitanque oculta, que protegía el perímetro del aeródromo. Continuando con el plan, los jeeps se colocaron en posición y comenzaron a disparar contra las defensas enemigas, iluminando el aeródromo con sus balas trazadoras e incendiarias. Ante el súbito ataque, los soldados enemigos entraron en pánico y no fueron capaces de organizar una defensa eficaz, lo que permitió a los jeeps seguir avanzando hasta entrar en la pista del aeródromo. Una vez en la pista, la columna de vehículos comenzó a disparar a los aviones enemigos, sembrando el caos a su paso.

Tras alcanzar el final de la pista, los vehículos del SAS dieron la vuelta, para dar una nueva pasada y acabar de destruir los aviones que aún quedasen intactos. Sin embargo, para entonces, los defensores ya habían comenzado a recuperarse de la sorpresa inicial, y los jeeps comenzaron a recibir fuego de mortero, y de dos cañones antiaéreos italianos Breda M35, de 20mm. Varios vehículos resultaron alcanzados, aunque la mayoría logró continuar su frenético ataque. El propio jeep de Stirling fue inutilizado, teniendo que montar en otro que había perdido a su artillero trasero, John Robson, mortalmente alcanzado en la cabeza por el fuego enemigo.

Tras reagruparse, para dar una última pasada, y acabar de destruir las instalaciones del aeródromo, Stirling dio orden de retirada a los jeeps del SAS, ya que apenas les quedaba munición y habían cumplido sobradamente su misión, causado un daño enorme al enemigo. Para evadirse más fácilmente de cualquier intento de persecución, por parte de las tropas del Eje, la columna de jeeps se dividió en grupos más pequeños, de entre tres y cinco vehículos, que tomaron diferentes rutas de retorno.

La incursión contra Sidi Haneish dejó como balance la destrucción de 30 aviones enemigos (los alemanes reconocen la pérdida de 21, principalmente Ju 87 Stuka, entre destruidos y dañados) al precio de un muerto en combate, y la pérdida de tres jeeps. A estas bajas hay que sumar la pérdida, al día siguiente, 27 de julio, del cabo André Zirnheld, tras ser atacado su grupo de jeeps por tres bombarderos Stuka enemigos. En el cuerpo de Zirnheld se encontró un poema titulado “la oración del paracaidista”, que ha pasado a la posteridad, al ser incorporado como oración oficial de los cuerpos paracaidistas franceses.


7 – La Captura de Stirling.

Tras haber alcanzado su mayor éxito hasta la fecha, Stirling se encontró con que su habitual suerte comenzaba a cambiar, para mal. Cuando regresó a El Cairo, en agosto, para informar de sus logros, se encontró con que su principal valedor, Claude Auchinleck, había perdido la confianza de Churchill y había sido reemplazado como comandante de las tropas aliadas, en el teatro de operaciones del norte de África y Oriente Medio, por el general Harold Alexander (1891-1969), y como comandante del 8º Ejército británico, por el general Bernard Montgomery (1887-1976).

Esta nueva circunstancia ocasionó que el SAS perdiese gran parte de la autonomía de la que había gozado hasta entonces. El nuevo superior de Stirling, el general Montgomery, estaba planeando realizar una gran ofensiva en El Alamein, con la que derrotar definitivamente a las tropas de Rommel. Con objeto de facilitar el éxito de esta operación, Montgomery ordenó al SAS, participar, junto con elementos del SBS, y del Comando de Oriente Medio, en la denominada como “Operation Bigamy”, una incursión contra el puerto de Bengasi, con objeto de destruir sus instalaciones, y los depósitos de suministros enemigos. Esta incursión debía servir de distracción, y entretener a las tropas del Eje, mientras se desarrollaba la “Operation Agreement”: un ataque, por tierra y mar, contra el puerto de Tobruk por parte de un contingente de 700 soldados, conformado por comandos, infantería, y Royal Marines (infantería de marina).

La noche del 13 al 14 de septiembre de 1942, comenzó la Operación Bigamy, con el avance de una columna compuesta por casi un centenar de vehículos, dos tanques ligeros M3 Stuart, y 214 soldados del SAS, LRDG, e infantería de marina, en dirección a Bengasi. Stirling, que se había opuesto frontalmente a la operación, por considerarla demasiado “convencional”, demostró estar en lo cierto, cuando ésta acabó resultando un auténtico fiasco. La columna británica se topó, en un bloqueo de carreteras, con una unidad de reconocimiento italiana, perdiendo así el elemento sorpresa.

Ante esta circunstancia, Stirling decidió replegarse hacia el oasis de Kufra, Libia, pero fue en vano, la columna fue avistada, y atacada, por un destacamento de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, que destruyó unos 70 vehículos británicos. Por su parte, la Operación Agreement acabó siendo una verdadera catástrofe. El desembarco anfibio, en Tobruk, fue rechazado por las baterías costeras del puerto, y los Stuka alemanes atacaron a la flota de desembarco, resultando en la pérdida del crucero ligero Coventry, de dos destructores: el Sikh, y el Zulú, y de varias lanchas de desembarco. En total, la operación Agreement se saldó con más de mil trescientas bajas (800 muertos y 576 prisioneros) entre los británicos, frente a menos de un centenar (16 muertos y 50 heridos) por parte del Eje.

Tras estos sonoros fracasos, y con objeto de aplacar a un furioso Stirling (y acallar sus quejas, ya que sus superiores eran muy conscientes de su buena relación con Churchill), el alto mando le ascendió al rango de teniente coronel y, además, expandió el Destacamento L, convirtiéndolo en el 1º Regimiento del SAS. Esta ampliación permitió al SAS contar con una plantilla de 29 oficiales y 572 soldados, dividida en cuatro escuadrones; el A, al mando de Paddy Mayne (ascendido a mayor), el B al mando de Stirling, el C, compuesto por los voluntarios franceses, y el D, compuesto por el SBS.

Por otro lado, el ascenso tenía una pequeña trampa, y es que al aumentar las responsabilidades de Striling, éste se vio obligado a ejercer el mando desde el cuartel general, y dejar a Paddy Mayne la dirección de las operaciones sobre el terreno.

En enero de 1943, Stirling decidió desafiar las órdenes de no participar personalmente en las misiones del SAS, y permanecer en el cuartel general, y decidió emprender una arriesgada misión: atravesar las líneas enemigas, al mando de un pequeño grupo, para llegar, desde Trípoli, hasta Túnez y enlazar con las fuerzas aliadas que avanzaban desde Argelia, tras el éxito de la Operación Torch (el desembarco aliado en las colonias francesas de Marruecos, y Argelia, acontecido a comienzos de noviembre de 1942). Sin embargo, mientras acampaba, junto a sus hombres, para pasar la noche, fue capturado por soldados alemanes.

Tras varios intentos fallidos de fuga, Stirling fue trasladado al campo de prisioneros del castillo de Colditz, cercano a Leipzig, en donde pasó el resto de la guerra. Tras ser liberado, regresó a Inglaterra y, en 1947, pasó a la reserva de oficiales. En 1955 fue publicada su biografía autorizada, titulada: “The Phantom Mayor” (1955). Diez años después, en 1965, Stirling fundó, junto con otro veterano del SAS; John Woodhouse (1922-2008), la empresa Watchguard International Ltd, dedicada a actividades tan poco edificantes como la venta de armas a países del Golfo Pérsico, y la prestación de servicios de seguridad privados (mercenarios), actuando en Yemen, Zambia, y Sierra Leona.

En 1972, Stirling dejó su compañía y se dedicó a actividades semiclandestinas, creando la organización Great Britain 75 (GB75), una asociación de militares conservadores cuyo supuesto objetivo era defender la democracia británica, ante los temores que había suscitado la elección, como primer ministro, del laborista Harold Wilson (1916-1995), quien era considerado, por estos paranoicos veteranos, como un simpatizante de los comunistas, o incluso un agente soviético. Por ello, y por extraño que suene esto en nuestros días, entre las actividades de esta organización estaba vigilar a los sindicatos, infiltrando en ellos a algunos de sus miembros, o incluso la preparación de un golpe de estado en caso de que los comunistas se hiciesen con el control de Gran Bretaña.

Finalmente, y tras una vida de aventura, aciertos, y errores, David Stirling falleció, el 4 de noviembre de 1990, en Westminster, Londres. En 2002 se erigió una estatua en su honor, en la colina Hill of Row, cercana a los terrenos de su familia, la Mansión Keir, en Escocia.

Estatua de David Stirling. Wikimedia Commons.

8 – Conclusiones.

La figura de Stirling sigue causando polémica entre los historiadores británicos: una parte lo sigue viendo como una especie de héroe de leyenda, un guerrero al que no le gustaban las normas, ni la disciplina, pero que conseguía resultados. Esa, es la imagen que trasmiten sus memorias, transmitidas por la biógrafa Virginia Cowles (1910-1983) en la obra “The Phantom Mayor” (1955), un libro en el que se encumbra a Stirling por encima de todos los demás creadores del SAS. Esta misma línea es la que sigue, aunque en menor medida, el bestseller: SAS: Rogue Heroes, del escritor, e historiador, Ben Macintyre, que ha sido llevado a la gran pantalla, en forma de serie, por la BBC. Por otro lado, Gavin Mortimer, un escritor experto en las fuerzas especiales británicas, como el SAS, LRDG, o el SBS, ha desmitificado la figura de Stirling en su libro: David Stirling: The Phoney Mayor, una obra en la que el autor acusa a Stirling ser una mera figura decorativa que se apropió del mérito de los verdaderos fundadores del SAS: su hermano, William Stirling, y Paddy Mayne.

Lo cierto, y para ser justos, es que la creación del SAS fue un acto colectivo, en el que participaron varios oficiales británicos, entre ellos Stirling, que tenían en común el hecho de ser partidarios de la guerra no-convencional, y de las operaciones especiales. En este contexto, David Stirling aportó ideas novedosas, aunque luego fuera Paddy Mayne quien mejor supo llevarlas a la práctica, y, quizás lo más importante, gracias sus contactos, y a las amistades de su familia entre los altos oficiales británicos, supo obtener los recursos necesarios para que la idea del SAS se hiciese realidad. Solo David Stirling fue capaz de plantarse ante el propio Churchill para convencerle de la validez de su propuesta de realizar incursiones tras las líneas enemigas. Un momento decisivo que permitió la consolidación, y futura expansión, de la unidad.

En definitiva, Stirling fue un hombre influyente, y amante de la aventura, que, aunque en el campo de batalla no fuera un buen comandante, fue decisivo para que el SAS fuese aceptado por unos oficiales amantes de lo convencional, y poco dispuestos a aceptar interferencias de advenedizos. Por desgracia, la figura del hombre que más hizo por el SAS, el mayor Paddy Mayne quedó eclipsada por la leyenda del “Mayor Fantasma”.


Bibliografía:

  • Cowles, V.: The Phantom Mayor. Publicado por Pen & Sword Books Ltd. Barnsley, South Yorkshire, 2017. ISBN: 9781848843868.
  • Jones, T.: SAS Zero Hour: The Secret Origins of the Special Air Service. Publicado por Frontline Books. Yorkshire, 2017. ISBN: 9781526713513.
  • MacIntyre, B.: SAS: Rogue Heroes. Publicado por Crown Publishing Group, Penguin Random House LLC, New York, 2016. ISBN: 9781101904176.
  • Mortimer, G.: Stirling’s Desert Triumph: The SAS Egyptian Airfield Raids 1942. Publicado por Osprey Publishing. Gran Bretaña, 2015. ISBN: 9781472807632.
  • Mortimer, G.: The SAS in World War Two. Publicado por Osprey Publishing. Gran Bretaña, 2011. ISBN: 9781472808752.

© 2023 – Autor: Marco Antonio Martín García
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