Pancho Villa, El Héroe Revolucionario. Segunda Parte: 1914-1923

A finales de 1914, Pancho Villa se enfrentaba a nuevos retos. Tras combatir con éxito contra el dictador Huerta, se avecinaba un nuevo conflicto, en esta ocasión contra sus antiguos aliados: Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, en el que el vencedor, asumiría las riendas del gobierno de México. Por otro lado, a raíz de la nueva guerra, Villa protagonizará uno de los actos más atrevidos de comienzos del siglo XX, con su ataque a Columbus, Nuevo México, en los Estados Unidos. Una humillación para la joven potencia, que tendrá una gran repercusión, y generará una expedición, comandada por el general Pershing, que durante meses recorrerá infructuosamente el norte de México buscando dar caza a Villa. Por todo ello, y pese morir trágicamente asesinado, el legado de Villa siempre será inmortal.

Pancho Villa el Héroe
Pancho Villa

1 – El conflicto con Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, 1915-1920.

A comienzos de 1915, Villa y Zapata habían alcanzado el poder efectivo en México, al controlar la capital y al presidente escogido, Eulalio Gutiérrez Ortiz. Sin embargo, para consolidar dicho poder aún tenían que hacer frente a Carranza y su aliado Obregón, que contaban con un gran número de seguidores, y el apoyo de los EE. UU. y otras naciones. Con objeto de poner fin al gobierno que Carranza había establecido en Veracruz, a finales de 1914, Emiliano Zapata salió con sus tropas para capturar Puebla, que cayó el día 15 de ese mismo mes. Sin embargo, no pudo proseguir su ofensiva contra Veracruz, y se vio obligado a retirarse, tras un contraataque de Obregón, que retomó Puebla el 5 de enero de 1915.

Ante esta situación, Villa se desplazó al norte para negociar, el 7 de enero, con un representante de EE. UU., el general Scott, la seguridad de la frontera, el levantamiento del embargo de armas, y la neutralidad de las fuerzas armadas de dicha potencia, aunque no obtuvo más que vagas promesas. Tras esto, Villa se desplazó a Chihuahua para recabar fondos para la nueva campaña militar. Allí, se enteró de que su viejo aliado, el general Felipe Ángeles, había tomado Saltillo el 8 de enero, derrotando a Maclovio Herrera, uno de los más antiguos camaradas de Villa, de la época de las guerrillas en Chihuahua, que se había pasado al lado de Carranza (ante esta “traición”, Villa juró matar a todos los Herrera, y, años después, en 1918, fusiló a su padre, José de la Luz Herrera). En dicha batalla, Felipe Ángeles capturó el correo enemigo, descubriendo que el presidente Eulalio Gutiérrez estaba en tratos con Obregón, una grave noticia para Villa, que decidió reunir a la Convención de Aguascalientes para destituirlo, sin embargo, antes de tal medida, Eulalio Gutiérrez, enterado de los acontecimientos, huyó de la capital, el 16 de enero y trasladó su gobierno al estado de San Luis Potosí (meses después, el 2 de junio de 1915, el presidente Eulalio renunció a su mandato y se exilió en los Estados Unidos). La traición de Eulalio Gutiérrez, que se alió con Obregón, abría un nuevo frente a Villa y dejaba el país sin gobierno, un hecho que favoreció a la legitimación de Carranza, que consolidó su poder.

El 28 de enero de 1915, las tropas de Obregón tomaron Ciudad de México, tras la retirada de las tropas zapatistas que la defendían. Tras esto, quedó claro que el destino final de la contienda estaría en el resultado de la lucha entre Villa y Obregón. A comienzos de abril, el general Obregón concentró sus fuerzas en la localidad de Celaya, en el estado de Guanajuato, en el centro del país, con objeto de dar batalla al ejército de Villa. El caudillo del norte, por su parte, concentró sus tropas, a fines de marzo, en la localidad de Irapuato, en el mismo estado de Guanajuato, dispuesto a dar batalla a Obregón, pese a los consejos en contra del general Felipe Ángeles. En teoría, el ejército de Obregón, con unos 11.000 hombres y 13 cañones, era inferior al de Villa que contaba con unos 20.000 hombres, y 22 cañones. Sin embargo, en la práctica, Obregón compensaba sus carencias en efectivos con su habilidad táctica, y con una tropa mucho más disciplinada, y bien abastecida.

El 6 de abril de 1915, las tropas de Villa comenzaron el ataque, agrupados en tres columnas, contra las tropas de Obregón, posicionadas al este de Celaya. En un primer momento, la columna de vanguardia de Villa logró aislar a una brigada de Obregón, compuesta por 1.500 hombres y al mando del Fortunato Maycotte, que estaba atrincherada en la hacienda el Guaje, y la causó un gran número de bajas, obligando a Obregón a salir al rescate con 1.500 hombres. El primer combate se resolvió por tanto del lado de Villa, cuyas tropas causaron 352 muertos y 157 heridos a la brigada de Maycotte, quien además perdió otros 300 hombres entre prisioneros y desertores. Presas de la euforia, las tropas de Villa continuaron los ataques sobre Celaya durante la noche, y al amanecer del 7 de abril. Confiado en su superioridad artillera, que rápidamente se impuso sobre la de obregón, Villa no dudó en comprometer a todas sus fuerzas en el asalto de la localidad, sin dejar reservas. Pese a los valientes asaltos de la caballería e infantería de Villa, las tropas de Obregón aguantaron bien sus posiciones y causaron estragos a sus enemigos con su disciplinado fuego de ametralladora. El número de bajas aumentaba exponencialmente, pero Villa seguía ordenando cargas incesante de su caballería, confiado en que, ante la presión incesante, el enemigo acabaría por ceder. Sin embargo, Obregón aún tenía su caballería intacta, una circunstancia que aprovechó para lanzar un contraataque por ambos flancos, en movimiento de pinza, que las tropas de Villa, al carecer de reservas no pudieron contrarrestar, viéndose desbordadas y obligadas a retirarse, derrotadas, hasta Irapuato. La sangrienta batalla le costó a Villa la pérdida de 1.800 muertos, 3.000 heridos, y 500 prisioneros, además de numerosas armas, municiones, y ganado, del tren de avituallamiento. Obregón, por su parte, solo perdió 558 muertos y 365 heridos. Picado en su orgullo, Villa solicitó refuerzos, con los que reconstruyó su ejército, hasta contar con unos 22.000 hombres, y se lanzó de nuevo al ataque sobre Celaya el 13 de abril de 1915. Para entonces, Obregón había aumentado sus efectivos a 15.000 soldados.

Milicianos constitucionalistas de los Batallones Rojos en Celaya
Milicianos constitucionalistas de los Batallones Rojos en Celaya

Sin, aparentemente, haber aprendido la lección, Villa repitió la misma táctica para atacar Celaya, rodeó la localidad y lanzó un ataque masivo con todas sus tropas, buscando provocar el colapso de sus defensores. Sin embargo, Obregón había preparado bien sus defensas, colocando alambre de espino y abriendo zanjas para detener las cargas de caballería y, creando “zonas de muerte” (kill zones) mediante la disposición de sus ametralladoras (contaba con 86 de dichas máquinas) para hacer fuego cruzado sobre los atacantes. La mayor ventaja de Villa, aparte de su superioridad númerica, eran sus 36 cañones, frente a los 13 con los que contaba Obregón, aunque la eficacia de la artillería contra un enemigo atrincherado al abrigo de las viviendas era escasa. Entre el 13 y el 15 de abril, las tropas de Villa lanzaron incesantes ataques sobre las posiciones enemigas, pero no lograron romper el frente. La mejor arma de Villa era su caballería, pero en un combate urbano, contra trincheras y alambradas, sus furiosas cargas solo servían para sembrar el campo de batalla de cadáveres de hombres y caballos. Finalmente, al igual que ocurrió días atrás, en la Primera Batalla de Celaya, las tropas de Villa quedaron agotadas y Obregón empleó su reserva de caballería para lanzar un ataque envolvente que provocó el caos entre las filas enemigas. Ante esto, Villa su puso a la cabeza de sus “dorados”, la élite de su caballería, y lanzó un contraataque exitoso que logró contener el avance enemigo brevemente, y ayudó a escapar del cerco a gran parte de la infantería, que fue evacuada mediante trenes. Finalmente, tras perder dos caballos y resultar herido en una mano, el valiente, y testarudo, Villa se tuvo que dar por vencido y retirarse a Irapuato. La batalla le había costado más de 3.000 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, frente a menos de 1.000 entre las filas de Obregón (el autor David F. Marley da la asombrosa cifra de bajas, entre las tropas de Villa, de 4.000 muertos, 5.000 heridos y 6.000 prisioneros, pero, a mi juicio, me parece sumamente exageradas, si hubieran sido de tal magnitud, las siguientes batallas las habrían librado Villa y cuatro amigos).

Artillería Constitucionalista en Celaya
Artillería Constitucionalista en la Batalla de Celaya

Tras obtener esta contundente victoria, Obregón reorganizó sus tropas, y días después, salió con su ejército en persecución del ejército de Villa, tomando Irapuato el 21 de abril de 1915. Sin embargo, y gracias a la heroica resistencia de la brigada “Bracamontes”, llamada así en honor de su jefe, el general Manuel F. Bracamonte (que fue capturado en Celaya y fusilado poco después, junto a otros 130 prisioneros villistas), en la estación de tren de Irapuato, Villa pudo evacuar la localidad con la mayor parte de las tropas que aún conservaba (un hecho recogido popularmente en el famoso corrido titulado 7 Leguas).

Pese al duro revés que significó la derrota en Celaya, Villa aún contaba con tropas, y tras llamar a las brigadas de Rodolfo Fierro, Tomás Urbina, y Felipe Natera, se dispuso a contener el avance de Obregón en la localidad de León, al norte del estado de Guanajuato. El 7 de mayo de 1915, las tropas de Obregón tomaron la estación de tren de Trinidad, ubicada entre las localidades de Silao y León, y, los días siguientes, tras breves combates, los estratégicos cerros de la Capilla y de la Cruz. Obregón, que tras recibir refuerzos contaba con 34.700 hombres, tenía superioridad numérica sobre los 25.500 hombres de los que disponía Villa, pero, siempre cauto, eligió atrincherarse en las posiciones controladas y dejar la iniciativa a Villa, buscando que éste le atacase de nuevo. Sin embargo, Villa también se mantuvo a la espera hasta el 21 de mayo, cuando recibió 8.000 soldados de caballería de refuerzo y decidió pasar al ataque al día siguiente. En esta ocasión, la artillería comandada por Felipe Ángeles fue más efectiva, y causó importantes daños a las tropas de Obregón, apoyando el avance de Villa contra las trincheras enemigas, mientras éste emprendía un atrevido movimiento envolvente con su caballería, que a duras penas pudo contener Obregón, implicando al grueso de sus propios jinetes.

Tras un nuevo parón en los combates, Villa decidió atacar con su caballería la retaguardia enemiga, dejando encargado a Felipe Ángeles de aguantar con la infantería y la artillería, el previsible ataque enemigo. Tras una marcha nocturna, el 1 de junio la caballería de Villa alcanzó la retaguardia enemiga y atacó por sorpresa Silao, tomando la población y causando grandes bajas a los defensores, comandados por Fortunato Maycotte. La atrevida maniobra de Villa había cortado las comunicaciones del ejército de Obregón y dejado su retaguardia expuesta, la victoria parecía próxima, pero, sin embargo, la caballería enemiga ayudó a contener al enemigo, y la batalla quedó de nuevo inconclusa. Obregón estaba cercado por las tropas de Villa, pero se mantenía firme e inspeccionaba continuamente sus posiciones para evitar fisuras en sus líneas. La casualidad quiso que, el 3 de junio, en una de estas inspecciones, fuera alcanzado por la metralla de un proyectil de artillería, siendo gravemente herido, al perder el brazo derecho. Dado su grave estado, fue relevado del mando temporalmente por el general Benjamín Guillermo Hill (1874-1920), que abogó por retirarse a Irapuato, sin embargo, otro de los oficiales de Obregón, Francisco Murguía López (1873-1922), impuso su punto de vista al resto de mando, y finalmente, las tropas de Obregón decidieron pasar a la ofensiva el 5 de junio, atacando con su infantería por el centro, mientras la caballería, dirigida por el propio Murguía, atacaba el flanco izquierdo de las tropas de Villa. Quizás por tener la victoria al alcance de la mano, la infantería de Villa no se esperaba el ataque enemigo y comenzó a flaquear, rompiéndose la línea en el sector defendido por brigada de Cedillo. De nuevo, la ausencia de reservas impidió a Villa reaccionar para contener el avance enemigo, y tuvo que ordenar la retirada hasta Aguascalientes, cediendo León a sus enemigos. Esta derrota fue un golpe terrible para el ejército de Villa, que, falto de moral, comenzó a entrar en descomposición. Pese a todo, el caudillo del norte decidió seguir peleando.

Álvaro Obregón 2
Álvaro Obregón tras perder el brazo derecho

El 10 de julio de 1915, Obregón tomó Aguascalientes y continuó su persecución de Villa en dirección al norte. A comienzos de agosto, los Estados Unidos hicieron un llamamiento a la paz entre las partes y al cese de hostilidades, pero Carranza, sabiéndose ganador, lo rechazó. Ese mismo mes, el veterano revolucionario, Pascual Orozco, trató de regresar a México desde EE. UU. con intención de combatir a Carranza, pero, fue asesinado, junto a cuatro de sus fieles, por los famosos Rangers de Texas, tras ser localizado al sur de la localidad de Lobo, Texas, el 30 de agosto de 1915.

Tras llegar al norte con los restos de su ejército, Villa trató de obtener nuevos fondos con los que reconstruir sus tropas y defender el estado de Chihuahua y la comarca estratégica de la Laguna. Sin embargo, la moral era muy baja y las deserciones se incrementaban, no solo entre las tropas, sino entre sus generales: Tomás Urbina, cansado de luchar, se fue a su casa en Las Nieves, Durango. Este último hecho dolió mucho a Villa, que acusó a su compadre de toda la vida de ser un traidor, y de haberse vendido al enemigo, y, preso de la furia, ordenó a su ejecutor, Rodolfo Fierro, que lo asesinase, el 4 de septiembre de 1915. Una semana después, el general Felipe Ángeles desertó y se exilió en EE. UU. para evitar las previsibles represalias por parte de Villa. Otro de los fieles que abandona a Villa, será Raúl Madero, el hermano del presidente muerto, que también acabará exiliándose en EE. UU., en donde permaneció hasta 1919.

La suerte le había dado la espalda, pero Villa continuó peleando. El 6 de octubre salió de Chihuahua con 6.000 hombres para iniciar una ofensiva en el estado de Sonora, defendido por el carrancista Plutarco Elías Calles, con 3.000 soldados. Pero, para su desgracia, fue de nuevo derrotado, el 2 de noviembre de 1915, cuando atacaba la localidad de Agua Prieta, y perdió unos mil hombres, entre muertos, heridos, y desertores. Con los 5.000 restantes decidió atacar por sorpresa Hermosillo, la capital de Sonora, el 18 de noviembre de 1915, pero la guarnición carrancista resistió sus ataques y tuvo que regresar a Chihuahua, derrotado y con su ejército muy mermado. Sin esperanzas de poder continuar la lucha, Villa abandonó su capital, Chihuahua, la nochebuena de 1915 y partió al norte del estado para luchar, junto a un puñado de fieles, al viejo estilo de las guerrillas. La mayoría de sus soldados, unos 7.500, optaron por rendirse y entregar las armas.

Mientras tanto, Venustiano Carranza, fue reconocido por los EE. UU como presidente de México, el 19 de octubre de 1915, y por fin pudo gozar de legitimidad para gobernar el país. Sus primeros objetivos serían pacificar el país, combatiendo a Villa y Zapata, y desarrollar una nueva constitución, que acabaría promulgándose en 1917.

2 – Los últimos años de combate: del ataque a EE. UU. a la rendición (1916-1920).

A comienzos de 1916, Villa mantenía su guerra de guerrillas contra Carranza, y, quizás pensando en movilizar mayores apoyos entre la población mexicana, cansada ya de guerras, decidió involucrar en el conflicto al vecino del norte, EE. UU. El 16 de enero, dos lugartenientes de Villa, Pablo López y Rafael de Castro, asaltaron con sus hombres un tren que se dirigía a Chihuahua llevando a bordo a dieciocho técnicos mineros estadounidenses de la American Smelting and Refining Company, y que había parado en la estación de Santa Isabel a repostar agua. Los hombres de Villa ejecutaron a 17 de los 18 estadounidenses, salvándose solo uno, Thomas B. Holmes, que pudo escapar a tiempo y contar a la prensa lo sucedido. Este episodio causó gran malestar en los EE. UU., Villa perdió el romanticismo que había suscitado en sus primeros años, y pasó a ser considerado un simple criminal. La cosa iría a mayores tras el 9 de marzo de 1916, fecha en la que Villa, acompañado por unos 450 hombres, asaltó, antes del amanecer, el pueblo de Columbus, Nuevo México, que estaba defendido por una guarnición de 353 soldados del 13º Regimiento de Caballería al mando del coronel Herbert Jermain Slocum (1855-1928). En el confuso combate, gran parte del pueblo fue saqueado y destruido, sufriendo los estadounidenses la pérdida de 10 soldados muertos, 15 soldados heridos, y 15 civiles asesinados, frente a la pérdida de 67 soldados de Villa (aunque hay una gran confusión de cifras según las diversas fuentes consultadas, y, como casi siempre, los historiadores anglosajones tienden a grandes exageraciones aumentando el número de bajas de Villa a 175-200, sin tener ninguna base real para estas cifras).

Columbus tras el ataque de Villa
Columbus tras el ataque de Villa

La incursión de Villa en territorio estadounidense, la primera en el siglo XX, no tuvo demasiada importancia práctica, pero, fue un duro golpe para la joven potencia americana, que en aquellos momentos deseaba mostrar su fuerza ante Alemania, en previsión a su posible entrada en la Primera Guerra Mundial, un hecho que acontecería el 6 de abril de 1917, tras la interceptación del telegrama que envió Arthur Zimmermann, el ministro de Asuntos Exteriores Alemán, a su embajador en México, con instrucciones para convencer al presidente Carranza de que atacase EE. UU. y recuperase sus antiguos territorios expoliados en la guerra de 1846-48. Dada la situación internacional en 1916, y sus intereses económicos en México, la respuesta estadounidense no fue proporcionada, ni muy diplomática: decidió enviar, el 15 de marzo de 1916, una fuerza de castigo, compuesta por dos brigadas de caballería, una brigada de infantería, y el primer escuadrón aéreo de reconocimiento, en total 10.000 soldados, al mando del general John Joseph Pershing (1860-1948), apodado «Black Jack», por haber comandado una tropa de soldados afroamericanos del 10º Regimiento de Caballería. Pershing era sin duda el hombre ideal para la tarea de perseguir a Villa, había participado en las guerras contra los indios Apaches y Sioux, entre 1886 y 1891, y en la Guerra entre EE. UU. y España de 1898, y comandaría el cuerpo expedicionario estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la denominada “Expedición Punitiva”, no obtuvo ningún éxito contra Villa, y solo sirvió para gastar una gran cantidad de dólares en suministros militares. Pershing no dudó en adentrarse hasta 500 km en México, sin preocuparse por estar violando la soberanía territorial de dicho país.

Obregon, Villa y Pershing en 1914
Obregón, Villa, y Pershing en 1914

Sin que le importase demasiado la persecución de los estadounidenses, Villa continuó su lucha contra Carranza, y el 26 de marzo ocupó Ciudad Guerrero, derrotando a su guarnición. En dicha acción, Villa recibió un disparo de fusil en la pierna derecha, a la altura de la tibia, no se sabe si fue por accidente, o un intento de asesinato, de uno de sus nuevos reclutas, y, tras ser operado en Guerrero, fue evacuado, con una escolta de 150 hombres. El resto de sus tropas se quedó en Guerrero, al mando de Nicolás Fernández. Gracias a la ayuda de Emil Lewis Holmdahl, el antiguo mercenario que años atrás había combatido como ametrallador para Villa, y que había sido contratado como guía por Pershing, las tropas estadounidenses se enteraron de que Villa había ocupado Guerrero y enviaron un destacamento a la ciudad, compuesto por 400 soldados del 7º de caballería, al mando de George A. Dodd (1852-1925), con la intención de capturar a Villa vivo o muerto.

El 29 de marzo, las tropas de Dodd entraron en Guerrero, encontrándose solo con una retaguardia de 100 soldados villistas, al mando de Eligio Hernández, que sorprendido (parece ser que estaba ebrio), no supo organizar la defensa y cayó abatido por los estadounidenses. Según Dodd, en la batalla se enfrentó al propio Villa, y a miles de sus hombres, y logró la victoria, matando a 56 enemigos (en realidad fueron unos treinta) y sufriendo solo 5 heridos. Una versión que se puede tildar directamente de patraña, dado que Villa había sido evacuado y en el pueblo no había miles de sus soldados (más le hubiera gustado). Dodd, buscaba promocionarse con su narración de los hechos, algo que consiguió con mucho éxito, ya que se convirtió en una especie de héroe nacional, siendo ascendido meses después a brigadier general. Su fantasiosa historia la siguen vendiendo hoy en día los historiadores militares anglosajones en sus libros o, en la versión en inglés de Wikipedia…Pese a todo, tiene el dudoso mérito de ser el único estadounidense que consiguió derrotar a las tropas de Villa, ya que, el siguiente gran enfrentamiento protagonizado por las tropas de Pershing, fue librado erróneamente contra las tropas de Carranza.

Creyendo que Villa estaba escondido en Parral, recuperándose de sus heridas, el 12 de abril, un destacamento de 128 hombres del 13º de caballería, al mando del mayor Frank Tompkins, desoyeron la prohibición de entrar en la ciudad y se enfrentaron a la guarnición carrancista, unos 400 hombres, al mando del general Ismael Lozano, siendo rechazados con la pérdida de dos muertos y 6 heridos, entre los que estaba el propio Tompkins. Los defensores mexicanos sufrieron supuestamente unas 14 bajas. Este enfrentamiento preocupó mucho a Carranza, que temió perder apoyo entre las clases populares al permitir que los estadounidenses se pasasen por el país persiguiendo a Villa, y protestó ante Washington exigiendo que las tropas de Pershing se retirasen del país. Con objeto de evitar un conflicto abierto, el ministro de Guerra, Álvaro Obregón, conferenció en Ciudad Juárez, con el representante estadounidense, el general Scott entre el 29 de abril y el 11 de mayo de 1916. Finalmente, los estadounidenses accedieron a una retirada gradual de sus fuerzas hacía el norte, aunque eso no evitó un nuevo enfrentamiento con los soldados de Carranza, acontecido el 21 de junio, cuando 84 soldados del 10º regimiento de caballería (apodados los Buffalo Soldiers por estar compuesto por afroamericanos), al mando del capitán Charles Trumbull Boyd, se enfrentaron con una guarnición mexicana de unos 150 hombres al mando del comandante Félix Uresti Gómez, en Carrizal, al sur de Ciudad Juárez, sufriendo 13 muertos, 10 heridos y 23 prisioneros. Los soldados mexicanos, por su parte, perdieron 30 hombres, entre muertos y heridos. Entre los muertos estaban ambos combatientes, tanto Boyd, como Félix Gómez.

Buffalo Soldiers hechos prisioneros en Carrizal
Buffalo Soldiers hechos prisioneros en Carrizal

Tras este último incidente, y el incremento de las tensiones con México, Pershing cesó, en la práctica, sus operaciones, limitándose a realizar pequeñas patrullas, y fue retirando a sus tropas, hasta que finalmente, el 28 de enero de 1917, los últimos soldados de la expedición abandonaron México. La expedición acabó con un fracaso total, habían gastado más de cien millones de dólares y empleado tal cantidad de hombres, aviones, y suministros, en perseguir a un hombre, y ni siquiera habían estado cerca de capturarlo. Uno de los pocos oficiales de la expedición que regresaron a su país convertidos en héroes, fue el teniente (y futuro general) George S. Patton, que mató con sus dos revólveres Colt Paterson de cacha nacarada al capitán Julio Cárdenas, y a otros dos hombres de Villa, durante misión de exploración en el rancho de San Miguelito, el 14 de mayo de 1916.

Aunque los estadounidenses no habían conseguido capturarlo y se habían retirado humillados, Villa tampoco había logrado grandes resultados con su ataque a Columbus: no había estallado una guerra entre Carranza y los EE. UU., y, aunque había logrado avivar el espíritu nacional del país, eso no se había traducido en la obtención de grandes apoyos a su causa. Por otro lado, mientras los estadounidenses actuaban en el norte, Carranza pudo concentrar sus tropas contra Zapata, que comenzó a perder terreno y efectivos en el sur. Pese a todo, Villa continuó con sus operaciones; el 16 de septiembre de 1916, asaltó, con 1.000 hombres, Chihuahua, sorprendiendo a la guarnición de soldados federales y se esfumó con el botín obtenido.

Meses después, el 23 de noviembre, regresó para capturar Chihuahua, aunque solo pudo mantener la ciudad una semana, siendo desalojado por un destacamento enemigo, al mando de Francisco Murguía, el 1 de diciembre de 1916. El 22 de diciembre, en otro de sus célebres ataques relámpago con su caballería, Villa tomó Torreón, en Coahuila, y se apoderó de un tren cargado de lingotes de oro y plata, destinados a la paga de los soldados federales de Murguía. El 7 de enero de 1917, Villa, al que se le había sumado un viejo enemigo colorado; José Inés Salazar, derrotó a Francisco Murguía y atacó Santa Rosalía, en Coahuila. Sin embargo, estos éxitos no se tradujeron en nada relevante, Villa carecía de recursos como para dominar el estado, y no tenía ni dinero, ni municiones como para mantener a una gran cantidad de soldados.

El 5 de febrero de 1917, Carranza logró la aprobación de una nueva constitución para el país, en la que se reforzaba la separación de poderes y se recogían diversos derechos sociales, y se recortaba el poder de la Iglesia Mexicana. Poco después, el 31 de marzo de 1917, Carranza ganó las elecciones presidenciales con el 97% de los votos, las primeras elecciones en las que se elegía a los candidatos mediante sufragio universal y directo, y asumió la presidencia del país, ahora ya, con toda legitimidad. La tarea que tenía por delante era inmensa: un país devastado por las continuas guerras, con la economía en ruinas, el hambre azotando a los más pobres, una corrupción generalizada en el ejército, y en la administración, y conflictos militares aún irresolutos, contra Villa y Zapata. Su anterior ministro de Guerra, Álvaro Obregón, abandonó sus cargos para competir por la presidencia, y al ser derrotado (obtuvo solo 4.000 votos), decidió retirarse, momentáneamente, de la vida política.

Villa, mientras tanto, continuaba actuando, enfrentándose con mayor o menor acierto a las tropas de Francisco Murguía en el norte, sin que ninguno de los dos lograse obtener un éxito definitivo. A mediados de marzo, logró una importante victoria sobre su enemigo, y tomó de nuevo Parral, pero fue a su vez derrotado por Murguía cuando intentó tomar Chihuahua el 31 de marzo. Tras esto, Villa permaneció desaparecido unos meses, ideando planes, como secuestrar a Carranza, que no pudo llevar a la práctica, y haciendo misiones de exploración en territorio enemigo. El 20 de noviembre, tras reunir una partida de mil hombres, logró tomar la plaza de Ojinaga y abastecer a sus tropas con las municiones allí almacenadas. Su último éxito relevante en 1917.

El año de 1918 comenzó de manera similar para Villa, con asaltos a trenes y escaramuzas contras las fuerzas enviadas para capturarle. Tras derrotar de nuevo a su tenaz perseguidor, Francisco Murguía en febrero, Villa decidió avanzar con su columna de 1.500 hombres hacía el sur, al estado de Durango, pero fue interceptado, el 11 de marzo, en el pueblo de Tepehuanes por una columna de 500 soldados federales y 300 milicianos, al mando del general Joaquín Amaro Domínguez (1889-1952), el nuevo comandante militar encargado de los estados del norte. Villa, decidió atrincherar a sus hombres en unos cerros cercanos al pueblo, y desde allí batir con su fuego a las tropas de Amaro, pero, sin saberlo, otra columna de soldados avanzó por su retaguardia y acabó cercándolo. Ante esta circunstancia, Villa, tras sufrir muchas bajas, ordenó la retirada al estado de Chihuahua, en donde volvió a su habitual guerra de guerrillas: asaltando trenes y emboscando columnas de soldados, durante los siguientes meses.

A los males de la guerra y el hambre, se sumó, en septiembre, la llegada, a los estados de Chihuahua y Durango, de la “gripe española” (mal llamada así por la prensa, ya que el primer brote surgió realmente en Kansas, en los EE. UU.), una virulenta epidemia que causó una gran mortalidad en dichas regiones, y en todo el planeta. Ante esta situación, muchos pobladores comenzaron a migrar en masa hacia los EE. UU., y otros, decidieron agruparse en milicias de autodefensa, para evitar los constantes saqueos que sufrían sus poblaciones, por parte de uno u otro bando, y que los privaban de alimento.

El 23 de noviembre, Villa tomó Villa Ahumada, y requisó dos trenes para intentar emplearlos de nuevo como “caballos de Troya” y entrar en Ciudad Juárez por sorpresa, al estilo de años atrás, pero fue descubierto por el maquinista de otro tren, y tuvo que cancelar la operación. Semanas después, su viejo aliado, el general Felipe Ángeles, volvió a cruzar la frontera para unirse de nuevo a sus tropas. Esta incorporación, mejorará la calidad de las tropas de Villa, ya que Felipe Ángeles comenzó de inmediato su instrucción militar. A fines de año, el general Francisco Murguía fue relevado del mando, por no haber logrado acabar con Villa, y fue sustituido por el general José Agustín Castro (1887-1953), aunque, es posible que en esta decisión hubiesen pesado también varias acusaciones de corrupción.

El año siguiente, 1919, no trajo nada positivo al principio, Villa se aquejaba de la vieja herida en la rodilla (1917), y trataba, como en los años precedentes de reunir hombres, armas y dinero. Curiosamente, Villa había denunciado, por fraude, al financiero Lázaro de la Garza, en una corte de EE. UU., y empleando los servicios como abogado de Alberto Madero, pero, en marzo de 1919, Villa trató de llegar a un acuerdo con dicho financiero a cambio de que le facilitase la compra de caballos en Ojinaga. Sin embargo, Lázaro de la Garza, confiado en la seguridad que le otorgaba vivir en Los Ángeles, California, declinó la oferta de Villa.

El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata era asesinado a traición, por los hombres del coronel Jesús María Guajardo, en la Hacienda de Chinameca, en el estado de Morelos. Con su muerte, Villa perdía a un firme aliado en la lucha contra Carranza, y, a partir de entonces, el estado podría emplear todos los recursos en acabar con él. Sin embargo, irredento, Villa siguió a lo suyo, y, tras reunir a sus hombres, el 19 de abril atacó Parral, y tras fuertes combates contra los soldados federales de la guarnición, al mando del coronel Ríos Gómez, y contra una brigada de caballería, comandada por uno de sus antiguos subordinados, el comandante Manuel Madinabeytia, logró tomar la localidad. Tras la victoria, Villa ordenó el asesinato de tres miembros de la milicia local capturados: José de la Luz Herrera, y sus hijos: Zeferino y Melchor, cuyos cadáveres, además, fueron colgados con alambre de unos mezquites frente, al panteón de Parral, el 21 de abril. Estos crueles asesinatos respondían a la promesa que hizo Villa a su antiguo camarada Maclovio Herrera, de asesinar a toda su familia, por haberse pasado al lado de Carranza. Pero no todo era muerte en la vida del caudillo del norte, ese mismo mes, el 17 de abril de 1919, se casó por lo religioso con la joven maestra, de 23 años, Soledad Seáñez Holguín (1896-1996), refrendando sus votos el 1 de mayo, en matrimonio civil.

A mediados de junio, Villa atacó Ciudad Juárez con 1.600 hombres. La ciudad estaba bien defendida, disponía de trincheras, alambradas y reflectores para contrarrestar los ataques nocturnos. Sin embargo, para entonces los hombres de Villa sabían sortear todo tipo de dificultades y lograron desbaratar las defensas enemigas. El 16 de junio, cuando Villa ordenó el último asalto para tomar la ciudad, comenzaron a caer proyectiles de artillería desde el otro lado de la frontera y varios miles de soldados estadounidenses entraron en acción, atacando a las tropas de Villa. Pese a que varios de sus dorados trataron de impedir el cruce del río a los soldados enemigos, al final, Villa tuvo que replegarse. Había perdido unos 200 hombres en el ataque, solo para que los estadounidenses le arrebatasen la victoria en el último momento. Tras este inesperado fracaso, Villa volvió a las guerrillas en los meses siguientes y, curiosamente, se volvió a casar, en esta ocasión con María Isaac Reyes.

El 15 de noviembre, Felipe Ángeles cayó prisionero de los hombres de Carranza en las cercanías de la Ciénega de Olivos. El veterano general mantenía fuertes discrepancias con la forma de llevar la guerra y no soportaba bien los rigores de los escondites de la Sierra, por ello había decidido abandonar a Villa de nuevo. Sometido a consejo de guerra, murió fusilado en Chihuahua, el 26 de noviembre de 1919, dejando para la posteridad la siguiente frase: “Mi muerte hará más bien a la causa democrática que todas las gestiones de mi vida. La sangre de los mártires fecundiza todas las buenas causas”. Pese a la pérdida de muchos de sus antiguos seguidores, Villa continuó la lucha, eludiendo las columnas enemigas y asaltando algunos pueblos y haciendas, durante los primeros meses de 1920.

El 23 de abril de 1920, estalló una insurrección militar, encabezada por Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, y Adolfo de la Huerta, denominada como Revolución de Agua Prieta, por la proclama que los alzados hicieron en esta localidad del estado de Sonora contra la decisión del presidente Carranza de imponer al civil Ignacio Bonillas como presidente de la República. Este movimiento cobró fuerza rápidamente, y el presidente Carranza se vio obligado a abandonar la capital para tratar de huir al estado de Veracruz, en donde planeaba resistir militarmente, ya que allí aún contaba con muchos partidarios. Sin embargo, el 21 de mayo de 1920, fue asesinado a traición, mientras dormía, en el pueblo de Tlaxcalantongo, Puebla, por las tropas del general Rodolfo Herrero (1880-1964). Adolfo de la Huerta (1881-1955), fue elegido presidente provisional, hasta que, tras las elecciones del 5 de septiembre de 1920, Álvaro Obregón fue elegido nuevo presidente de México.

Pancho Villa, por su parte, trató de sumarse al movimiento contra Carranza, y, en una reunión, celebrada el 22 de mayo, negoció su rendición con el nuevo ministro de guerra, Plutarco Elías Calles. Villa quería que se le permitiese vivir en algún lugar de Chihuahua, pero, Calles solo le ofreció vivir en el estado de Sonora, junto a una escolta de 10 hombres, y, ante esto, Villa rehusó y siguió levantado en armas. Finalmente, tras arduas negociaciones, el gobierno provisional mejoró su oferta, y Francisco Villa firmó su rendición, el 28 de julio de 1920, en el Palacio Municipal de Sabinas, Coahuila. El gobierno, accedió a proporcionarle la hacienda del Canutillo, Durango, en donde pasaría a residir junto con una escolta limitada a 50 hombres, y a compensar a cada uno de sus hombres con un año de paga y tierras, o con la posibilidad de incorporarse al ejército federal. Villa, por su parte, se comprometía, bajo palabra de honor, a no volver a empuñar las armas contra el gobierno. De esta forma, acababan los largos años de batallas, y cabalgadas, de muertes, victorias, y derrotas. Años, en los que Francisco Villa escribió largas páginas de la historia de su país y fue clave para el desarrollo de los acontecimientos políticos y sociales.

Tras su rendición, Villa quiso continuar su vida como civil, instalándose en su nueva hacienda junto a sus mujeres oficiales: Luz Corral y Soledad Seáñez, y a una de sus amantes, llamada Austreberta Rentería (1882-1982), con la que se casaría meses después. Su primera mujer, Luz Corral, no toleró mucho tiempo esta poligamia, y abandonó la hacienda el 25 de febrero de 1921. Aparte de a sus amoríos, Villa dedicaba su tiempo a gestionar su hacienda, criando reses y cultivando maíz, y trigo, en sus cuatro mil acres de terreno, y a conceder entrevistas, como la realizada para el periódico El Universal, publicada en la semana del 12 al 18 de junio de 1922. Lejos de la política, y de la guerra, su mayor preocupación era el bienestar de su gente, y, es de destacar su encomiable esfuerzo por crear una escuela para los niños de Canutillo, denominada “Felipe Ángeles”, en honor a su antiguo camarada de armas. Sin embargo, y aunque Villa no lo quisiera, seguía siendo un héroe popular, cuyas historias corrían, mitificadas, por ciudades y pueblos, y, aunque no quisiese verse envuelto en nuevos conflictos, la preocupación política seguía latente y, de nuevo, se vería implicado.

Villa y Austreberta Rentería
Villa y Austreberta Rentería

El presidente Álvaro Obregón, había elegido, como sucesor en el cargo, a Plutarco Elías Calles, lo que provocó el malestar de Alfonso de la Huerta, que decidió levantarse en armas contra tan injusta decisión desde el estado afín de Tabasco. Villa, era afín a Alfonso de la Huerta (cómo manifestó, quizás imprudentemente, en la mencionada entrevista a El Universal), en consecuencia, tanto Obregón, como su aliado, Calles, temían que volviese a tomar las armas contra ellos. Por este motivo, decidieron actuar contra él.

Según el historiador austriaco Friedrich Katz (1927-2010), en su obra Pancho Villa (considerada por muchos la mejor biografía sobre el personaje), Obregón y Calles decidieron promover el asesinato de Francisco Villa, no sólo porque les convenía, sino, también, por presiones de Washington. Aunque es un asunto que no está muy claro, ya que, obviamente, no dejaron documentos al respecto, y solo se puede deducir de algunas expresiones que aparecen en su correspondencia.

3 – El asesinato de Villa, 20 de julio de 1923.

En una carta, fechada el 19 de marzo de 1923, y publicada por el periódico El Universal, Villa se quejaba de que Jesús Herrera llevaba más de un año intentando asesinarlo y pedía protección al gobierno. El personaje en cuestión, Jesús Herrera, era uno de los pocos supervivientes de la familia Herrera, perseguida por Villa como represalia por lo que considero como la “traición” de su viejo camarada, Maclovio Herrera (fallecido en combate en 1915), al pasarse a los constitucionalistas de Carranza. El patriarca de la familia, José de la Luz Herrera, fue fusilado, en 1919, junto a sus hijos Zeferino y Melchor, por orden de Villa. Además, su otro hermano, Luis Herrera Cano, fue apresado en combate, y ahorcado por soldados villistas en 1916. Por todo esto, se puede decir que motivos, no le faltaban, aunque Jesús Herrera se apresuró a desmentir públicamente estas acusaciones, afirmando que era Villa quien quería matarlo a él. Curiosamente, ambos tenían razón, era cierto que los guardaespaldas de Villa habían desbaratado un intento de homicidio contra Villa, y que, por su parte, dos de los hombres de Villa habían sido detenidos por conspirar para matar a Herrera. Pese a todo, al airearse públicamente el asunto, ambos cesaron aparentemente en sus intenciones.

Mientras tanto, el verdadero complot para asesinar a Pancho Villa se estaba fraguando en la oscuridad. Los principales responsables de la operación eran Melitón Lozoya, un antiguo combatiente del ejército de Obregón, que había administrado los bienes de la Hacienda el Canutillo, antes de que ésta pasase a Villa, y Jesús Salas Barraza, un antiguo coronel de la brigada de Herrera, que, en aquellos tiempos, era diputado en Durango. Melitón, se encargó de reclutar a varios hombres para cometer el crimen: Librado Martínez, José Sáenz Pardo, Juan López Sáenz Pardo, José Guerra, Román Guerra, y José Barraza. La mayoría de ellos eran campesinos que habían perdido familiares a causa de las acciones de Villa.

La mañana del 20 de julio de 1923, Villa se disponía a regresar en su automóvil Dodge Brothers, a la Hacienda de Canutillo, tras haber pasado unos días en Parral, arreglando unos asuntos de dinero. Villa conducía personalmente su auto y estaba acompañado por su secretario personal, Miguel Trillo, su asistente, Daniel Tamayo, y tres hombres de su escolta. Al llegar a la esquina entre las calles Juárez y Barreda, un hombre levantó la mano y gritó ¡viva Villa!, la señal acordada por los conspiradores, que, emboscados, comenzaron a abrir fuego a discreción con sus fusiles sobre el vehículo, mientras éste giraba en el cruce de las calles. Francisco Villa, recibió nueve impactos de bala y murió en el acto, al igual que los ocupantes de la parte delantera del vehículo: el chofer, su secretario y su asistente. Los tres escoltas, que viajaba en la parte posterior, resultaron heridos. Uno de ellos, Rafael Medrano, salió del vehículo y cayó en la calle, haciéndose el muerto, aunque no engañó a los asesinos que lo remataron. Los otros dos escoltas trataron de huir corriendo hacia un puente cercano, uno de ellos, Claro Hurtado, fue alcanzado y asesinado, mientras que el otro, Ramón Contreras, herido en un brazo, logró matar con su pistola a uno de los atacantes, Román Guerra, y escapar con vida.

Asesinato de Villa 1
Asesinato de Villa

Tras comprobar que Villa estaba muerto, los asesinos escaparon a caballo de Parral. El automóvil de Villa había recibido 40 impactos, y, además, los asesinos habían empleado balas expansivas (proyectiles de punta hueca o blanda, que tenían menor penetración, pero se expandían más al impactar, aumentando el tamaño de las heridas), para asegurarse de causar graves daños. De esta forma, emboscado a traición, moría el Centauro del Norte. Villa fue enterrado al día siguiente de su muerte, el sábado 21 de julio de 1923, recibiendo un funeral con todos los honores militares, y acompañado por miles de personas que acudieron a darle el último adiós.

Uno de los jefes de los asesinos, Jesús Salas Barraza, será condenado a 20 años de prisión por su participación en el asesinato. Sin embargo, sólo pasó seis meses en prisión, ya que recibió el perdón oficial y salió en libertad. Sin duda, el gobierno le estaba agradecido por asumir él la responsabilidad y alejar las miradas sobre la participación en el crimen de Obregón y Calles. El otro gran conspirador, Melitón Lozoya fue recompensado con un rancho que le otorgó el gobierno en el estado de México. Finalmente, tras un amago de investigación oficial, el gobierno echó tierra sobre el asunto y el asesinato quedó en el olvido.

Pese a la pérdida de un valioso aliado, Adolfo de la Huerta continuó con su rebelión, alzándose, en diciembre de 1923, contra Obregón y Calles, y resistiendo en Tabasco hasta el 11 de marzo de 1924, cuando, sin ver ninguna salida, ni oportunidad de triunfo, se exilió en EE. UU., en donde pasaría los siguientes 11 años. Sin mayores obstáculos, Plutarco Elías Calles alcanzó la presidencia de México, siendo investido el 1 de diciembre de 1924. Calles, había pactado con Obregón, revelarse en el poder. Sin embargo, Álvaro Obregón no podría gobernar en el periodo asignado, 1928-1932, ya que murió asesinado por el extremista católico José de León Toral (1900-1929), el 17 de julio de 1928. Acababa así una época de guerras, y revueltas sociales, en la que los caudillos transformaron el país, empujándolo hacia la modernidad, aunque fuera mediante la violencia. Allá en Parral, quedaba Villa…

Por desgracia, el héroe revolucionario ni siquiera pudo descansar en paz, ya que su tumba en el Panteón de Dolores, en Parral, fue profanada tres años después, el 6 de febrero de 1926, por un grupo de militares, al mando del capitán José Elpidio Garcilazo, que mutilaron su cadáver para llevarse su cabeza, con el objetivo de venderla. Sobre el destino del macabro trofeo hay muchas versiones, como la de un anticuario estadounidense que presumía de poseerla, o la de que fue comprada por el mercenario estadounidense Emil Lewis Holmdahl y acabó expuesta en la sociedad Skull and Bones de la universidad de Yale. Sea como fuera, no volvió a su lugar. Pese a todo, Villa nunca cayó en el olvido, y sigue vivo en los libros de Historia.

4 – Conclusiones.

La figura de Villa continúa siendo polémica, para algunos fue un simple bandido y asesino que supo aprovechar los conflictos políticos del país para obtener riquezas y poder. Para muchos otros, fue un héroe popular que impartía justicia y defendía a los más pobres de los terribles abusos perpetrados por los ricos y poderosos. Una especie de vengador de los agravios sufridos durante siglos. Sin embargo, Villa fue un hombre de carne y hueso, no un personaje de novela, y, por tanto, al igual que todos los seres humanos, era mucho más complejo. Como cualquier hombre, tenía cosas buenas y cosas malas, aciertos y errores. Pero, sin haber vivido en la época, no sería justo valorar moralmente sus acciones con prejuicios y valores del siglo XXI. Por ello, los historiadores deberíamos limitarnos a contar los hechos y que sean los lectores los que juzguen la figura, y la relevancia, del personaje.

Francisco Villa fue un hombre hecho a sí mismo, de campesino sin formación, y cuatrero, pasó a convertirse en uno de los principales caudillos militares de México. Sus principales virtudes para llegar tan alto fueron el valor, la determinación, y una gran tenacidad en la persecución de sus objetivos. Villa no tenía miedo a la muerte, y en repetidas ocasiones cargaba a la cabeza de sus hombres contra las filas enemigas, jugándose la vida en combates a cara de perro, en los que, cualquier instante podía ser el último. Su arrojó le permitió obtener grandes victorias durante las primeras guerras. Sin embargo, con el tiempo, Villa llegó a pensar que únicamente demostrando más valor que los enemigos se ganaban las guerras. Un grave error, que le supuso ser derrotado por Obregón, que prefería la cautela, y que entendía mejor el valor de las nuevas armas, como las ametralladoras, o el fuego indirecto de la artillería, y de las nuevas tácticas defensivas como el uso del alambre de espino, de reflectores para iluminar el campo de batalla por la noche, o de las trincheras superpuestas.

A raíz de las derrotas, aparece la peor versión de Villa, como si se enfureciese por no estar a la altura de su propia leyenda. Es entonces cuando se vuelve obstinado, repitiendo los mismos errores militares una y otra vez, y, castigando a todos los que le fallan, aunque fueran amigos de toda la vida, hasta que, derrotado, se ve obligado a volver a las guerrillas. En su último periodo, como guerrillero, Villa vuelve a sus orígenes, siendo capaz de obtener nuevas victorias, atacando a los Estados Unidos, y humillando al ejército de Pershing, que pese a su gran cantidad de hombres no estuvo nunca cerca de capturarlo. Finalmente, acaba sus días demostrando sus cualidades como organizador, y hombre de negocios, que, a diferencia de los oligarcas tradicionales, cuidaba de sus trabajadores.

Fue, en definitiva, un líder carismático, humilde y cercano a las personas, siempre preocupado de que sus hombres tuviesen paga, comida, uniformes y calzado. Villa no dudaba en compartir los sufrimientos y peligros de sus soldados, ganándose así su confianza y admiración. Pero, también era capaz de matar a sangre fría a cualquier que se pusiese en su camino. Villa vivió en un contexto político y social dominado por las cruentas guerras civiles, en las que los vencedores no solían tener piedad con los vencidos. Como la mayoría de los caudillos de la época, no dudaba en mandar fusilar a los prisioneros, sobre todo a los mandos militares, y, a los que él consideraba traidores: colorados, carrancistas, o incluso viejos amigos y aliados que cambiaron de bando. Además, le gustaba impartir justicia y castigar a los grandes hacendados, y a los comerciantes y empresarios extranjeros, a los que responsabilizaba de ganar enormes sumas de dinero explotando al pueblo. Mientras que, por otro lado, buscaba siempre reforzar su figura de patriarca protector de los pobres, auxiliando con dinero a viudas y huérfanos.

Por último, como revolucionario campesino, a Villa siempre se le ha achacado una cierta indeterminación ideológica, fruto de su carencia de instrucción, y se le ha comparado, injustamente, con otros líderes más politizados, como Zapata. Sin embargo, Villa no era un simple bandido que buscaba únicamente su propio beneficio, tenía ideales, creía en la justicia social y la igualad y por ello, con sus acciones, buscaba mejorar la vida de los peones campesinos del norte de México, en donde los grandes hacendados habían aprovechado las circunstancias políticas y económicas para hacerse con una enorme cantidad de tierras. La cabeza ideológica y política de la Revolución era Francisco I. Madero, pero sin Villa, ni Orozco, ni tantos otros campesinos, y pequeños burgueses, que combatieron junto a ellos, no hubiera triunfado militarmente la Revolución en Chihuahua. Pancho Villa fue por tanto una pieza clave en la caída del porfiriato, y, también, del dictador Huerta, aunque, posteriormente, no supo materializar su fama en una opción política con proyecto de país.

Por otro lado, Villa, al no ser un político, creía que los cambios se podían hacer de forma rápida y eficaz, repartiendo tierras o confiscando bienes sin siquiera plantearse cómo compensar a los propietarios. La inmediatez que pretendía, y su visión federalista y descentralizada del país, le pusieron en contra de Carranza (que a la sazón era un hacendado), contrario a las confiscaciones públicas de tierras y que, además, tenía una visión centralizadora, en la que el estado tuviese un mayor poder de decisión y de intervención. Finalmente, sería Obregón quien comenzará a llevar a cabo la reforma agraria necesaria, y a pacificar, y cohesionar, el país. Una tarea de transformación socioeconómica que llevaría décadas y que, en adelante, estaría protagonizada no ya tanto por caudillos sino por instituciones, como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), creado, en 1929, por Plutarco Elías Calles. Así pues, la Revolución fue una historia compleja, en la que Villa fue uno de los principales protagonistas. Pese al paso de los siglos, nunca será olvidado.

villazapata
Francisco Villa y Emiliano Zapata

Fuentes:

The Life and Times of Pancho Villa, por Friedrich Katz, y publicado por Ediciones Era, México 2013. ISBN: 978-968-411-481-4

Pancho Villa: una biografía narrativa, por el autor Paco Ignacio Taibo II, y publicado por la editorial Planeta. 2006. ISBN: 970-37-0334-8

Visión histórica de la frontera norte de México, por David Piñera Ramírez, publicado por el Centro de Investigaciones Históricas UNAM-UABC, Universidad Autónoma de Baja California. 1987.

Breve Historia de la Revolución Mexicana, por Francisco Martínez Hoyos, y publicado por Ediciones Nowtilus. 2015. ISBN-10: 8499677088

Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana, por varios autores, y editado por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina-Armada de México. 2013
Versión online, gratuita.

Wars of the Americas, por David F. Marley, publicado por ABC-ClIO, en 2008.
ISBN 978-1-59884-100-8

The Hunt for Pancho Villa, por Alejandro M. Quesada y editado por Osprey en 2012.
ISBN: 978 1 84908 568 7

México Insurgente, por John Reed, y publicado por editorial Txalaparta, 2005.
ISBN-10: 8481363200

Diccionario de los Generales de la Revolución, tomos I y II, escrito por varios autores y publicado por Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. 2014. ISBN 978-607-9276-47-8

© 2020 – Autor: Marco Antonio Martín García
Todos los derechos reservados. Prohibido su uso comercial y la reproducción parcial o total de este texto sin consentimiento previo del autor.
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