Desde mediados del siglo XV, hasta el siglo XVIII, Europa se vió amenazada por los intentos de expansión del Imperio Turco, una potencia militar en auge. En pocos años, los vastos ejércitos turcos, y su poderosa flota de galeras, lograron adueñarse de los Balcanes, y del Mediterráneo Oriental. Solo el Imperio Germánico, y la Monarquía Hispánica, lograron detener su avance. En este contexto, los turcos forjaron una alianza con los temibles piratas berberiscos, del norte de África, para combatir conjuntamente contra las principales potencias cristianas del Mediterráneo: España, Venecia, y Génova. Entre estos piratas, al servicio de los otomanos, destacan, por encima del resto, los hermanos Barbarroja. Dos marinos audaces, que alcanzaron la fama por sus sorprendentes victorias navales sobre las flotas cristianas, y por sus temibles expediciones de saqueo contra las costas de España e Italia.Unos éxitos que otorgaron al Imperio Turco la supremacía momentánea en todo el Mediterráneo, una supremacía que durará hasta la batalla de Lepanto en 1571.
Las principales ofensivas de corsarios turcos y berberiscos se produjeron durante el reinado del sultán Selim I (1512-1520) y sobre todo de su hijo Solimán el Magnífico (1520-1566). Solimán I, quien aparte de ser un extraordinario poeta, era un emperador guerrero, que inició una serie de campañas encaminadas a aumentar al máximo sus dominios. En su camino hacia la expansión se encontraba como potencia rival el poderoso Imperio Español y sus aliados italianos. En este contexto de luchas imperiales por dominar el Mediterráneo es donde saltan a la fama los hermanos Barbarroja, cuyas temerarias acciones infundieron el miedo en los reinos cristianos y despertaron la admiración del mundo.Los hermanos Barbarroja nacieron en la isla griega de Lesbos. Su padre era un caballero jenízaro llamado Yakup Agá, (los jenízaros eran las tropas de élite del Imperio Turco), y su madre, llamada Katerina, era una griega de Mitilene. Yakup tuvo dos hijas mujeres (de las que nada se conoce) y cuatro hijos varones; Ishaq, Aruj (1473-1518), Ilías e Hizir, conocido después como “Jeireddín” o “Jayr al-Din” (1475-1546). Yakup, retirado del mundo militar, se dedicaba a la alfarería, cuyos productos comerciaban sus hijos con un bajel. Posteriormente Aruj e Ilías se compraron su propio bajel para dedicarse al comercio por su cuenta. Los conflictos entre cristianos y musulmanes por el control del Mediterráneo hicieron que los hermanos decidieran cambiar de negocio y se dedicaron al corso y la piratería para el Imperio Otomano, atacando los barcos cristianos provenientes de la isla de Rodas. Aruj e Ilías operaban en el Mediterráneo Oriental, mientras que Hizir operaba en la zona de Tesalónica, el cuarto hermano, Ishaq, decidió seguir comerciando, en vez de aventurarse al mundo de la piratería.
Aruj se convirtió en un experto marino y guerrero, era un experto en comercio y hablaba los idiomas más importantes de la época: italiano, español y francés además de sus idiomas de origen, el griego y el árabe. En una de sus expediciones comerciales-militares, la embarcación de Aruj fue capturada por una galera de la Orden de San Juan de Rodas. Durante la batalla Ilías murió y Aruj cayó prisionero, siendo vendido como esclavo en Rodas. Pero Aruj no se sometió a su destino como esclavo y gracias a la ayuda de su hermano Hizir consiguió escapar a Adalia, en Turquía. Una vez en territorio turco, Aruj consiguió que el gobernador de Adalia, el príncipe Shehzade Korkud, le diera el mando de 18 naves para operar contra los Caballeros de Rodas, cuyas acciones corsarias causaban verdaderos estragos en el tráfico comercial de Turquía. El éxito de Aruj contra las naves de Rodas fue rotundo, lo cual le granjeó ser nombrado “Reis” (capitán marítimo) y ver aumentada su flota a 24 naves.
Con su nueva flota, Aruj participó en una expedición turca que se dedicó a saquear la costa italiana, capturando dos naves en Italia y otras tres en la costa griega durante su ruta de regreso a su base. Pero a su llegada a Adalia, Aruj se encontró con la noticia de que su protector, Shehzade Korkud, había tenido que huir a Egipto, escapando de la persecución del nuevo Sultán (debido a los derechos dinásticos de Korkud). Aruj decide seguir a su amigo Korkud y se traslada a Egipto. Una vez allí y gracias a la mediación de Korkud, Aruj consigue una audiencia con el sultán de Egipto; Qansoh al Ghawri. Éste sultán de origen mameluco estaba preparando una expedición naval hacia la India y decidió tomar a su servicio a Aruj, otorgándole una de las naves destinadas a la expedición. Con ésta nueva nave Aruj reiniciará sus operaciones de piratería desde su nueva base en Alejandría.
En 1503 Aruj consiguió tres naves más y trasladó su base de operaciones a la isla de Djerba, una isla estratégicamente ubicada en la costa de Túnez. Desde su nueva base, Aruj se dedicará, junto a su hermano Hizir, a atacar las costas del Mediterráneo Occidental. Al año siguiente, en 1504, Aruj obtiene permiso del sultán de Túnez para usar, como base de operaciones, el estratégico puerto de La Goleta, a cambio de un tercio de sus ganancias. Desde esta nueva base en Túnez, Aruj obtendrá importantes éxitos, capturando dos grandes mercantes del Papa y una galera napolitana que transportaba a soldados españoles de regreso a casa tras sus exitosas campañas militares en Italia. La creciente fama de Aruj le permitió obtener un gran número de seguidores y que varios corsarios menores se unieran a su flota. En 1505 las acciones de Aruj se volvieron más agresivas, saqueando salvajemente la costa de Calabria. A la vez que se dedicaba a la piratería contra los territorios cristianos, Aruj emprendió una labor “humanitaria” entre 1504 y 1510, al ayudar a escapar al norte de África a los mudéjares españoles que estaban siendo perseguidos en España por los “Reyes Católicos”. Estas acciones caritativas le granjearon el cariñoso apodo de “Baba Aruj“o “Papá” Aruj. Apodo que los italianos entendieron como “Barbarrossa”, suponiendo que era llamado así por su barba pelirroja (la cual provenía probablemente de su ascendencia cristiana-griega).
En 1509 Ishaq abandona sus actividades comerciales y se une a Aruj e Hizir en sus correrías corsarias. Un año después, en 1510 la flota de Aruj y sus hermanos asola la costa siciliana y se enfrentan a las expediciones españolas que pretendían dominar el Norte de África. En 1509 el cardenal Cisneros, primado de España, decide financiar una campaña en el Norte de África con el objeto de fortalecer el dominio español en el Mediterráneo Occidental. El rey aceptó gustoso la iniciativa del Cardenal y le cedió para la campaña al experimentado capitán Pedro Navarro y otros 15.000 soldados veteranos de las Campañas Italianas contra Francia. Con estas tropas, a las que se sumó la guardia del cardenal Cisneros, Pedro Navarro consiguió tomar la plaza fortificada de Orán, el 18 de mayo de 1509, conquistando así una posesión clave en África.
El año siguiente, 1510, Pedro Navarro decidió aprovechar el éxito de la conquista de Orán para lanzar una ofensiva en la costa norteafricana, conquistando la ciudad de Bujía y posteriormente Trípoli. El rey Fernando el Católico decidió aprovechar el éxito de Pedro Navarro y mandó a la zona al duque de Alba con 7000 soldados de refuerzo, pero el rey cometió un gravísimo error, al quitarle el mando al experto militar Pedro Navarro para dárselo al duque de Alba. El siguiente asalto español se realizó contra la estratégica isla de Djerba, antigua base de operaciones de Aruj Barbarroja y foco continuo de operaciones piratas musulmanas. La batalla de Djerba fue una catástrofe para los españoles que perdieron a la mayor parte de sus hombres. Esta derrota y las contraofensivas de los hermanos Barbarroja frenaron momentáneamente la expansión española en el Norte de África. En 1512, en una batalla contra los españoles, Aruj pierde el brazo izquierdo a consecuencia de un disparo de arcabuz, para reponer su miembro perdido, Aruj se implanta un brazo de plata, que le granjeará el sobrenombre de “Brazo de Plata”. Ese mismo año Aruj decide contraatacar a los españoles y emprende una campaña de saqueo contra la costa de Andalucía y las islas Baleares. Tras obtener un buen botín decide atacar de nuevo la costa de Italia, capturando cuatro mercantes genoveses y varias naves de guerra. En un solo mes, Barbarroja había capturado 23 naves.
Al año siguiente, Aruj decide construir tres nuevas naves de guerra y una fábrica de armas, para disponer de su propio arsenal. Sus campañas de piratería se saldan con nuevos ataques a la costa española, capturando 5 barcos en Valencia y Alicante y otros cuatro barcos ingleses que transitaban por el Mediterráneo. En 1514 Aruj decide arrebatar a los españoles la plaza fuerte de Bujía, sitiando la ciudad. La llegada de una flota española de refuerzo, al mando del virrey de Mallorca, Miguel de Gurrea y Cerdán, hizo que Aruj tuviera que levantar el sitio y retirarse.
En 1516, muere Fernando el Católico, lo cual es aprovechado por el sultán de Argel, vasallo de España, para decidirse a romper su ligadura con la potencia europea. Para ello, el sultán Abu Hamo Musa III decide contratar a Aruj Barbarroja, que acude con un ejército para auxiliarlo contra los españoles. Aruj se encuentra con una situación propicia, su fama y prestigio son grandes y cuenta con muchos seguidores en Argel, por lo cual decide derrocar al sultán y asumir el control de Argel, convirtiéndolo en su reino personal. Los españoles se ven obligados a abandonar Argel y refugiarse en un fuerte construido en una isla de la costa argelina, llamada el “Peñón de Argel”.
El cardenal Cisneros, máximo exponente de la idea de Cruzada y expansión en África, se encontraba en aquellos momentos como regente momentáneo de España (hasta la llegada de Carlos I como nuevo rey), por ello decide mandar a Argel una expedición de 8.000 hombres al mando de Diego de Vera con la finalidad de retomar la ciudad y acabar de paso con los temidos piratas de Barbarroja. Aruj defendió valientemente la ciudad y derrotó a los españoles, asegurando su control de la zona. En 1517, Aruj asesinó al sultán de Tremecén, Abu Zayan, un leal vasallo de España, y de esa forma incorporó Tremecén a sus posesiones. Pero en vez de consolidar su reino, Aruj decide que la única forma de hacer frente a una potencia como España es mediante la alianza con otra potencia, así que decide subordinar su reino al Imperio Turco, deja de ser rey para convertirse en gobernador de una nueva provincia turca. El Sultán prometió a Barbarroja, a cambio de su sumisión, enviarle soldados de élite jenízaros, más galeras de guerra y sobre todo con artillería, las armas que más necesitaba Aruj.
En mayo de 1518, los españoles deciden apoyar a Sheikh Buhammud, sucesor de Abu Zayan que se encontraba refugiado en Orán, en sus pretensiones de recuperar Tlemecén. El gobernador de Orán, Diego Fernández de Córdoba, marqués de Comares, con unos mil soldados españoles y cerca de 7000 bereberes de Buhammud inicia una campaña contra Aruj Barbarroja en Tremecén. Tras una serie de escaramuzas y emboscadas con distinto signo, Ishaq, el hermano de Aruj, llega a Tremecén con refuerzos venidos de Argel, pero es derrotado y muerto en una batalla menor. Diego de Córdoba, agotado por las duras escaramuzas recibe nuevas tropas de españoles al mando de Martín Argote y llega a las puertas de la ciudad de Tremecén, defendida por 1500 turcos y 6000 corsarios de Barbarroja. En la durísima batalla por el control de la ciudad, los corsarios son derrotados y se ven obligados a replegarse. Durante la retirada, Aruj muere a manos del alférez español García Tineo. Aruj murió a los 55 años, defendiéndose valientemente, fiel a su estilo de vida aventurero. Su muerte y la captura de Tremecén hicieron creer a los españoles que la victoria y el fin de los corsarios estaba al alcance de la mano, no contaban con Hizir, el último hermano de Aruj Barbarroja. Hizir asumió el poder en Argel y el sobrenombre de su hermano, convirtiéndose en el nuevo Barbarroja. A partir de entonces se convertirá en el más feroz enemigo de los españoles y en el más exitoso y temido corsario de la historia.
Los españoles estaban eufóricos por la victoria y el rey Carlos I decidió acabar de una vez por todas con los corsarios restantes, lanzando contra Argel una expedición de 8000 hombres al mando de Hugo de Moncada. No contaban con Hizir, el cual tenía un temple igual o mayor al de su hermano, era un gran líder, conocedor de varios idiomas y un experto guerrero. Hizir, con nuevos refuerzos turcos, reorganizó las defensas de Argel, dispuesto a plantar cara a la ofensiva española.
La expedición española acabó en un desastre, las tormentas marítimas destrozaron la flota española sin que esta pudiera siquiera asaltar Argel. En 1519 se produjo un nuevo intento español de tomar Argel, pero la flota española de Hugo de Moncada fue derrotada por la flota de Hizir Barbarroja, quien con su propio barco hundió una galera y capturó otras 8. Libre de la amenaza española, Barbarroja, embargado de un profundo odio contra los españoles, continuó la piratería contra las costas cristianas, atacando el sur de Francia y dedicándose incluso a atacar los barcos españoles provenientes de América que se dirigían al puerto de Cádiz. En 1520, los españoles contraatacaron y Hugo de Moncada obtuvo por fin un pequeño éxito, al capturar la base corsaria de la isla de Djerba. Pero este pequeño triunfo cristiano fue empañado en 1523 por la conquista de la importantísima isla de Rodas, sede de los Caballeros de San Juan, por parte de la flota turca, a la cual acompañaba el lugarteniente de Barbarroja con una parte de la flota corsaria. A partir de entonces, comienza la supremacía turca en todo el Mediterráneo. El emperador turco, Solimán I, coronado en 1521, inició una fuerte ofensiva sobre Europa, no solo sobre las bases cristianas en el Mediterráneo como era la isla de Rodas, sino incluso invadiendo Austria y Hungría, llegando a sitiar Viena. El único poder que se podía enfrentar a los turcos era el Imperio Español del emperador Carlos I y por ello, el poeta guerrero Solimán decidió apoyar fuertemente a Barbarroja para que desgastara al máximo las fuerzas españolas con sus imprevisibles ataques piratas. Barbarroja inició a partir de 1525 una incontable serie de “razzias”, o expediciones de saqueo contra las posesiones del emperador Carlos I en el sureste de España, las islas Baleares y el sur de Italia. Además de sus saqueos, Barbarroja ayudó a escapar de España a miles de mudéjares, transportándolos en sus barcos hasta el Norte de África. Finalmente sus expediciones se consumaron con la captura del Peñón de Gibraltar en 1529 y de la isla de Cabrera, en 1530, instalando allí una mini base de operaciones que le permitiría atacar las costas españolas más fácilmente.
Los continuos ataques de Barbarroja acabaron con la paciencia de Carlos I, quien en 1531 contrató al gran almirante italiano Andrea Doria para que al mando de 40 galeras reconquistara las pequeñas bases corsarias de Jijel y el Peñón de Gibraltar. Andrea Doria era una buen marino, pero Barbarroja era muy superior y lo derrotó fácilmente. Pero su derrota no frenará a Andrea Doria. Al año siguiente, 1532, Doria obtendrá un gran éxito al capturar los bases turcas en Grecia de Coron, Patras y Lepanto. Este éxito cristiano hizo enfurecer al emperador Solimán I, quien ordenó al almirante Mehmed Bey recapturar inmediatamente las bases perdidas. El almirante turco fracasó y Solimán hizo llamar a su mejor hombre; Barbarroja.
Barbarroja aprovechó su travesía hacía la corte turca para arrasar Córcega, Cerdeña, Elba y Messina. Además se topó con la flota de Andrea Doria, derrotándola y capturando 18 galeras. A su llegada a Turquía, en 1533, Barbarroja contaba con 44 naves capturadas, 25 de las cuales hizo retornar a su base de Argel y el resto las llevó consigo para su entrada triunfal en Estambul. El sultán estaba tan impresionado con Barbarroja que decidió nombrarlo Almirante en Jefe de la flota turca y gobernador del Norte de África. Además le otorgó como posesiones personales las islas de Rodas, Eubea y Chíos, todas ellas en el Mar Egeo.
Tras estar un buen tiempo en la corte turca, Barbarroja zarpó de Estambul en 1534, al mando de 80 galeras, construidas según sus propios diseños, y de un buen número de soldados jenízaros, la élite militar turca. Su principal objetivo era revertir la victoria de Andrea Doria, reconquistando las ciudades portuarias de Coron, Patras y Lepanto, pérdidas en favor de los españoles. Barbarroja, no solo reconquistará estas importantes bases marítimas, sino que aprovechará la ocasión para atacar Génova, Capri, Nápoles y, lo más importante, para tomar Túnez, expulsando al sultán Muley Hassan(vasallo de España) y convirtiendo este importante reino norteafricano en una nueva provincia turca. El talento de Barbarroja como almirante era incomparable.
Muley Hassan solicitó ayuda a Carlos I para recuperar su reino. El emperador Carlos aceptó ayudarle, esperando derrotar a Barbarroja de una vez por todas. Carlos I convocó a Cortes, la reunión de todos los estamentos del Estado, para solicitar fondos para la campaña, además, decidió trasladar al Mediterráneo las escuadras que operaban en Flandes y el mar Cantábrico. A la escuadra española concentrada en Barcelona se unirán las flotas de los aliados italianos y portugueses, contándose entre todos un total de 74 galeras de guerra y 300 veleros, que trasladarían a Túnez un ejército de 30.000 hombres. Tras desembarcar en Túnez, los españoles asedian la estratégica fortaleza de la Goleta, la posición clave de toda la ciudad. Tras un mes de asedio en que las enfermedades asolaron al ejército atacante, Carlos I decidió el 14 de julio iniciar un asalto general que de una vez por todas les permitiera tomar La Goleta y con ella Túnez. Tras seis horas de intenso combate los españoles tomaron La Goleta e iniciaron el asalto a Túnez, capturando 84 naves de Barbarroja, el cual consiguió huir de Túnez y refugiarse en Argel, donde contaba con más tropas y mejores defensas. Desde Argel Barbarroja inició una serie de incursiones de represalia sobre las costas italianas y sobre las islas baleares, saqueando Mahón el 4 de septiembre de ese mismo año de 1535. Este saqueo fue de una crueldad sin precedentes, Barbarroja pasó a cuchillo a gran parte de la población, incluidos los sacerdotes. Los supervivientes fueron tomados como esclavos. Muy pocos fueron los que se libraron de la cólera de Barbarroja.
Al año siguiente, en 1536, Barbarroja acude de nuevo a Estambul para comandar una nueva flota que tiene como objetivo atacar el reino de Nápoles, perteneciente a la Corona Española. Tras un año de preparativos, en julio de 1537 Barbarroja tomó el castillo de Otranto en Nápoles y saqueó varias villas de la zona. Meses después Barbarroja captura un gran número de islas griegas pertenecientes a la República de Venecia. Para acabar el año vuelve a asolar Corfú y la Calabria italiana.
El terrible perjuicio que sus acciones estaban causando hizo que Venecia y el Papa convocaran a la organización de una Liga Santa contra los turcos y en especial contra Barbarroja. La Liga Santa se constituirá en 1538 y estará formada por el Papa, Venecia, los caballeros de San Juan de Malta y España. La flota de la Liga Santa reunirá el considerable número de 162 galeras y 140 veleros artillados, que se pondrán al mando de Andrea Doria, el mejor almirante cristiano. La flota de Barbarroja constaba de 150 galeras, así que la superioridad numérica cristiana era evidente. Ambas flotas se encontraron el 18 de septiembre de 1538 en la bahía de Préveza, en Grecia, en la batalla subsiguiente la mejor maniobrabilidad de los barcos de Barbarroja le permitió derrotar a los cristianos. Los cristianos habían tardado en salir del puerto de Préveza y formar línea de batalla y para cuando lo quisieron hacer, Barbarroja ya les había ganado, situando sus naves a favor del viento, lo cual le daba una gran velocidad y maniobrabilidad, permitiéndole separar a los cristianos en pequeños grupos de naves, a los que fue destruyendo de uno en uno. La culpa de una derrota tan grande y humillante fue de Andrea Doria, que, como genovés que era, pretendía que la primera línea de combate la formasen los venecianos, sus antiguos enemigos, manteniendo sus propias naves genovesas en retaguardia, para preservarlas así de lo más duro del combate. Éste mal actuar de Andrea Doria no solo hizo que los turcos ganaran el control absoluto del Mediterráneo, sino que además sembró de disensiones el bando cristiano, acabando con la única alianza que podía derrotar a los turcos.
Tras esta victoria, Barbarroja se centró en tomar todas las islas del Egeo que aún seguían en manos cristianas, limpiado de cristianos el Mar Jónico y el Egeo. La acometida turca encabezada por Barbarroja era tan poderosa que Venecia no pudo resistirse y firmó en 1540 un tratado de paz con Solimán I, comprometiéndose a reconocer como territorios turcos todas las islas que había perdido y a pagar la impresionante cantidad de 300.000 ducados de oro. Tras eso el Mediterráneo Oriental quedó definitivamente en manos turcas, solo restaba derrotar a España y dominar el Mediterráneo Occidental.
La decisión de Venecia de pactar con los turcos deprimió aún más a Carlos I, quien pensando que no se podía derrotar a Barbarroja decidió “tentarlo”, ofreciéndole el cargo de Almirante en Jefe de la flota española y gobernador de los territorios españoles del Norte de África, además de una fuerte cantidad de dinero. Pero como era de esperar, dado el odio que Barbarroja tenía a los españoles por la muerte de su hermano Aruj, Barbarroja se negó rotundamente a cambiar de bando, demostrando así su ética y su lealtad a sus principios. En mi opinión la propuesta de Carlos I me parece vergonzosa, una fea sombra para este emperador tan magnificado por los historiadores de antaño y que gobernó tan mal España, siempre preocupándose más de su propia imagen ante la historia y de guerras sin sentido que de la felicidad de sus súbditos o de cimentar un estado moderno y próspero.
La negativa de Barbarroja a cambiar de bando hizo irritar aún más a Carlos I, que de inmediato buscó fondos para organizar una expedición contra “el cubil de la bestia”, la base de Barbarroja en Argel. Carlos I decide emprender la operación en octubre de 1.541, pese a la opinión contraria de su almirante, Andrea Doria, quien estaba preocupado por los temporales de otoño. Tal como se presagiaba, la flota de Doria sufrió desde el comienzo fuertes temporales que la hicieron perder a una buena parte de las naves y de los hombres embarcados en ellas. Pese a todo el ejército español consiguió desembarcar en la costa de Argel el 23 de octubre. Las tropas turcas y africanas que defendían Argel eran muy inferiores en número a las españolas, pero gozaban de la protección de murallas fortificadas. Los españoles carecían de armas de asedio y artillería, y tampoco podían contar con el apoyo de los cañones de la flota debido al temporal. Las exitosas escaramuzas de los sitiados y el mal tiempo obligaron a los diezmados españoles a reembarcarse. La expedición acabó pues en una humillante derrota, causada por la terquedad de Carlos I, quien no hizo caso a sus experimentados generales.
En 1543 Barbarroja decidió aumentar los dolores de cabeza de Carlos I, ayudando al rey francés, Francisco I en su lucha contra España. Para ello Barbarroja comandó una flota de 200 naves y 10.000 soldados para atacar las costas de Italia y obligar a los españoles a distraer tropas para defender las costas, aliviando así su presión sobre los franceses. Tras arrasar Calabria, Barbarroja atacó el Lacio, amenazando Roma. Posteriormente continuó su ofensiva tomando Niza y poniéndola bajo control francés.
El año siguiente, 1544, continuó su ofensiva sobre Italia, saqueando Nápoles y obligando a Génova a liberar a Dragut, uno de sus lugartenientes apresado por las galeras de la familia Doria, que posteriormente se convertirá a su vez en un célebre corsario. Tras eso se dedicó a asolar Cerdeña y las Baleares, hasta que satisfecho regresó a Estambul en 1545.
Cansado de tanta aventura y satisfecho con sus éxitos y su contribución a la defensa del mundo musulmán, Barbarroja decidió retirarse, designando a su hijo Hasan como sus sucesor en el mando sobre su flota y como gobernador del reino de Argel. Para gozar su retiro, Barbarroja construyó un palacio con vistas al mar Bósforo y dedicó sus últimos días a escribir sus memorias. Finalmente Barbarroja falleció serenamente el 4 de julio de 1546. Su muerte fue largamente celebrada por los cristianos, los cuales le odiaban y temían más que a nada en el mundo. Barbarroja fue y es un héroe turco, una persona que con su audacia demostró que con pocos medios se podía poner de rodillas a las principales potencias cristianas. Fue en definitiva un defensor del mundo musulmán que aseguró el dominio turco del Mediterráneo, que en aquellos tiempos era el principal escenario comercial de Europa, contribuyendo así enormemente a la grandeza del Imperio Turco.
© 2008 – Autor: Marco Antonio Martín García.
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