La Caída del Imperio Romano

El Imperio Romano dominó el Mundo Occidental durante siglos, llevando progreso, cultura y bienestar económico y social a los pueblos bárbaros de Europa, y sirviendo de puente entre las culturas de Oriente y Occidente. El Imperio Romano ha creado nuestra civilización occidental y cientos de años después de su desaparición seguimos siendo sus hijos, culturalmente hablando. Este poderoso imperio cayó tras sufrir la invasión de hordas de pueblos germánicos del norte de Europa, los cuales conquistaron las provincias del Imperio y finalmente la propia Roma. Pero esta invasión solo era el punto final de un largo periodo de decadencia, las verdaderas causas de la caída del Imperio Romano fueron más complejas que las invasiones bárbaras. En este artículo expondré las verdaderas causas de la desaparición del Imperio Romano de Occidente y por qué hasta nuestros días se han ocultado.

Caida Imperio Romano
The Fall of Rome, por Thomas Cole (1801-1848)

El Imperio Romano llevó la luz al mundo occidental, nunca antes el ser humano había vivido épocas tan prósperas económica, social y culturalmente y, tras su caída, se tardaría siglos en volver a tener un progreso semejante. Las causas de su caída no son solo de carácter militar, sino de carácter económico, social y, sobre todo, religioso. Los invasores bárbaros se encontraron con un Imperio roto por dentro, con una población hastiada, que en muchas ocasiones se ponía del lado de los invasores, facilitándoles la conquista.

Pero, antes de detallar las causas de la caída del Imperio Romano, hay que aclarar varios errores históricos sobre el tema. La históricamente denominada “Caída del Imperio Romano” se refiere únicamente a la pérdida de su parte occidental, en el año 476 d.C., pero, ese no fue el fin del Imperio Romano, pues el Imperio Romano Oriental (denominado Imperio Bizantino) perduró hasta la caída de Constantinopla (Bizancio), a manos del Imperio Turco, en 1453. Los historiadores occidentales, desde un punto de vista eurocentrista, han considerado erróneamente que la caída de Roma era la caída del Imperio Romano, pero eso es mentira, ya que su parte oriental perduró hasta el fin de la Edad Media.

Además de eso, los historiadores eurocentristas inventaron el nombre de “Imperio Bizantino” para referirse al Imperio Romano de Oriente, quitándole su legitimidad por motivos políticos y dando el título de Sacro Imperio Romano al reino de Carlomagno y sus herederos. Resumiendo, podemos decir que el Imperio Romano como tal, finaliza en 1543 tras la toma de Constantinopla por parte de los turcos. En el año 476 sólo finalizó el Imperio Romano de Occidente y es esta la caída que a continuación desarrollaré.

El Imperio Romano fue fundado por el imperator (emperador) Octavio “Augusto”, sobrino y sucesor del dictador romano Julio César, que tras derrotar a su rival Marco Antonio en la batalla de Actio, en el 30 a.C, se alzó finalmente con el poder absoluto en el 27 a.C. Octavio se convertiría en dictador de Roma y su imperio, haciendo realidad el sueño de Julio César, el imperator tendría un poder absoluto pero, siempre bajo la ficción de servir a Roma y a sus instituciones.

Octavio creó un próspero imperio a partir de la corrupta República Romana, reformando la administración de las provincias, impulsando la economía, y el comercio. Finalmente, tras derrotar al pueblo de los Cántabros, Octavio cerró las puertas del templo de Jano e instauró la “Pax Romana”: una época de paz, y de prosperidad económica, que perdurará durante 200 años, siendo una de las épocas más benignas de la historia mundial (hasta ahora no ha vuelto a existir un periodo de paz y prosperidad tan largo).

Pero, con el paso de los siglos, éste imperio culto, pacífico, y tolerante con todos los cultos religiosos, acabó entrando en crisis, y finalmente se desmoronó, a causa de múltiples problemas de orden político, religioso, social, y económicos. La primera herida mortal para el imperio fue la denominada “crisis del siglo III d.C.”, una crisis económica, social, y política, generada por la fuerte inflación, las constantes guerras civiles, entre generales que aspiraban a coronarse como emperadores, y la llegada de los primeros pueblos bárbaros a las fronteras del Imperio.

La Pax Romana había generado una reducción de ingresos en el Imperio, ya que no se emprendieron guerras de conquistas, y los soldados enemigos no podían pasar a enriquecer el próspero negocio de esclavos. En el siglo III se notó esta falta de ingresos de conquista y la disminución de los esclavos, piezas claves para una economía esclavista como era la economía romana. A todo esto, se unió un descenso en la producción minera de metales preciosos, a causa del agotamiento de numerosas minas, explotadas intensamente durante los siglos precedentes.

Esta reducción de ingresos no fue advertida a tiempo por los emperadores de la dinastía de los Severos, los cuales, despilfarraban enormes cantidades de dinero. Cuando se dieron cuenta de que sus ingresos se reducían, se les ocurrió la idea de emitir moneda con menor cantidad de metal precioso, lo que les permitiría emitir más moneda con la misma cantidad de metal. Pero esta estupidez generó una terrible crisis monetaria, la moneda se devaluó enormemente y con ella se devaluaron los ingresos del imperio por concepto de impuestos.

El estado, para poder resistir la tremenda inflación que creó, tuvo que empezar a cobrar los impuestos en grano. La crisis económica afectó a todo el Imperio, ya que estaba ocasionada por un problema monetario y, todas las provincias del Imperio tenían la misma moneda. Estos problemas económicos, e inflacionarios, ocasionaron un empobrecimiento general, y numerosos campesinos abandonaron sus campos para emigrar a las ciudades en busca de un trabajo, lo que originó una gran superpoblación en muchas urbes. Esta concentración de personas en las ciudades acabó provocando la aparición de epidemias, por la falta de higiene, y generó un considerable aumento de la delincuencia, multiplicándose los asesinatos y robos. Por otro lado, los caminos se volvieron peligrosos por la conversión de numerosos campesinos pobres en bandoleros que asaltaban a las caravanas de mercaderes.

A esta dura crisis económica se unió también una importante crisis política, ya que el eficiente emperador, Alejandro Severo, fue asesinado en Maguncia, en el 235 d.C., a manos de sus propias tropas. Unos soldados que se amotinaron, y le dieron muerte, al ver como el emperador daba valiosos tesoros a los germanos, en busca de paz, mientras ellos se morían de hambre defendiendo a su patria. Éste asesinato, generó una terrible anarquía militar: los generales del Imperio comenzaron a combatir entre ellos con el objetivo de apoderarse de la corona imperial.

Entre los años 238 y 285 d.C. pasaron por el trono imperial 19 generales, en su mayoría personajes ambiciosos que no duraban mucho en él poder, debido a sus constantes rivalidades. y a que no solían contar con el apoyo del Senado Romano, un organismo dominado por unas clases altas, con importantes intereses económicos, que acostumbraba a ejercer de árbitro del poder político. Solo con su apoyo mayoritario se podía gobernar Roma.

El caos militar generó que las fronteras del imperio quedasen indefensas, ya que las tropas destinadas a tareas de guarnición solían abandonar sus puestos para participar en las constantes guerras civiles. Esta ausencia de tropas permitió a algunos pueblos bárbaros invadir fácilmente varias provincias imperiales y asentarse en ellas. Una dramática situación que se agravó a raíz de la secesión del Imperio de algunas provincias, que decidieron aprovechar el caos reinante para independizarse, como por ejemplo la Galia, o el reino de Palmira. Además, la crisis del Imperio fue aprovechada por enemigos tradicionales, como el Imperio Sasánida, en Oriente, o los Sármatas, en la frontera del río Danubio, para reanudar sus guerras contra el Imperio Romano.

Sin embargo, y pese a todos estos graves problemas, el Imperio Romano sobrevivió a la crisis del siglo III. Una salvación casi milagrosa que se debió en gran parte a la llegada al poder del emperador Diocleciano, en el año 284 d.C., un hombre que, progresivamente, logró restaurar el orden usando el pragmatismo. Diocleciano, se dio cuenta de que por sí solo no podría resolver los graves problemas del Imperio, por ello decidió repartirse el poder con el general Maximiano, a quien nombró augusto, encargándole la administración de las provincias occidentales de Italia, Hispania, y África. A su vez los dos “augustos”; Diocleciano y Maximiano, nombraron césares a los generales Galerio, y Constancio Cloro, formando así una tetrarquía (gobierno de cuatro) con la que regir eficazmente el vasto Imperio. Cada uno de los tetrarcas se encargó de gobernar una zona del Imperio, resolviendo los problemas de ella. Galerio, encargado de la zona oriental, expulsó del Danubio a los invasores godos, y sármatas, y, en el año 298, derrotó a los persas sasánidas.

Diocleciano, por su parte, pacificó Egipto, una zona vital para el Imperio, ya que de ahí venía casi todo el grano que usaba (Egipto era apodado “el granero de Roma”). Constancio se encargó de recuperar Britania y de contener las invasiones en la frontera del río Rhin. Por último Maximiano pacificó el norte de África, asegurando la frontera sur del Imperio. Estos éxitos militares fueron complementados con una reforma total del ejército; Diocleciano creó a los “limitanei”, ejércitos de frontera que se asentarían permanentemente en ellas para tenerlas siempre defendidas, y a los “comitatenses”, un ejército móvil, formado con tropas de élite, bien armadas y equipadas, que acudirían rápidamente a enfrentarse con cualquier invasor que lograse rebasar a los limitanei.

Para paliar la crisis económica, Diocleciano se dedicó al titánico esfuerzo de resolver la crisis monetaria, estableciendo el oro como patrón monetario en vez de la devaluada plata. Además de esto, Diocleciano prohibió a los campesinos abandonar sus tierras, con lo cual ellos y sus descendientes quedarían fijados al terreno permanentemente. Por último el emperador creó un edicto mediante el cual el estado fijaría los precios de todas las mercancías, ya fueran en su estado de materias primas o manufacturadas. En definitiva, Diocleciano creó un estado absoluto y totalitario como remedio para la terrible anarquía que asolaba el Imperio.

Tras su muerte, se desatarían nuevas guerras civiles por controlar el trono romano. Finalmente, el general Constantino se alzó con el poder en el 312. Constantino fortaleció la parte oriental del imperio, sobre todo la ciudad que lleva su nombre, Constantinopla. Este impulso de Constantino a la zona oriental permitirá que, tras la caída de Roma, la parte oriental pueda sobrevivir, convirtiéndose Constantinopla en la nueva capital del Imperio Romano. La crisis política generada por las continuas guerras civiles había desgastado al Imperio para siempre, los emperadores carecían del carisma de sus antepasados y en vez de ganarse el cariño del pueblo como hacían sus antepasados lo sometían cruelmente. El emperador había pasado de ser el primer ciudadano a convertirse en un ser divinizado, un tirano con poder absoluto, al que sus súbditos ya no podían mirar a la cara.

El 9 de agosto del año 378 d.C., el emperador Valente murió masacrado, junto a 40.000 de sus 60.000 legionarios, a manos de los invasores visigodos en la batalla de Adrianópolis. Esta batalla fue decisiva pues en ella se puso de manifiesto que la infantería romana era claramente inferior a la caballería goda. Esto supuso el fin del predominio del ejército romano.

A partir de entonces Roma debería contratar tribus bárbaras para defenderse. Pero los bárbaros, a cambio de defender el Imperio, exigirían ser instalados en las mejores tierras de las provincias romanas. El emperador Teodosio no vio otra forma de supervivencia y otorgó a estos bárbaros el estatus de “federados del Imperio” y, tras “cristianizarlos”, los instaló en varias zonas de Italia y Galia. Estos enormes contingentes humanos que se asentaron en el Imperio no chocaron culturalmente con la población autóctona de las zonas donde se asentaron sino todo lo contrario. La población campesina, empobrecida, atada a la tierra y sometida a continuos abusos por parte de los cobradores de impuestos, vio en estos nuevos pobladores bárbaros una esperanza de liberación, pues los bárbaros no aceptaban la disciplina romana y vivían en sociedades de hombres libres.

Ante el acoso de los problemas internos y externos y viendo el principio del fin, Teodosio separó el Imperio en dos partes en 395, el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente, con la secreta esperanza que por lo menos una de las dos mitades sobreviviera el caos que se acercaba. Además de eso, Teodosio nombró a su amigo el general visigodo Estilicón “protector” de su hijo Honorio, emperador de Occidente, con la esperanza de que Estilicón detuviera las invasiones bárbaras. Pero otro caudillo godo, Alarico, no aceptó el servilismo de Estilicón y se rebeló contra el gobierno romano, estallando una guerra civil entre godos en la que los impotentes romanos fueron simples espectadores. La guerra civil permitió que el 31 de diciembre del año 406 d.C, los vándalos, suevos y alanos cruzaran sin oposición las abandonadas fronteras del Imperio. Al año siguiente la situación se hizo tan desesperada que las tropas romanas evacuaron Britania para evitar quedar aisladas del resto del Imperio. En el año 410, Alarico saqueó salvajemente Roma durante tres días, siendo la primera vez en 800 años que una tropa extranjera tomaba la ciudad eterna.

La invasión de los bárbaros, por Ulpiano Checa, 1887.
La invasión de los bárbaros, por Ulpiano Checa, 1887.

Ese saqueo fue el último golpe para el moribundo Imperio. Los visigodos, que aprovechando el caos habían tomado Galia e Hispania, formando un reino independiente de Roma, tomaron África en el año 431. Para agravar la caótica situación, las hordas de hunos de Atila salieron de las estepas rusas e invadieron Europa Occidental. Solo la intervención de Aecio, el último gran general romano, les detuvo. Aecio se alió con Teodorico, el rey de sus antiguos enemigos visigodos y derrotó a Atila, en el 451 d.C., en la Batalla de Chalons. La prematura muerte de Atila impidió que éste realizase una segunda campaña contra Roma.

Finalmente el Imperio había quedado desgajado a manos de quien debían defenderlo, los propios romanos habían metido al enemigo en casa, ante su propia incapacidad para defenderse. Los visigodos se apropiaron de Galia e Hispania, los vándalos arrebataron África a los visigodos y se asentaron en ella, los burgundios se asentaron en Alemania junto a tribus de sajones. Italia se encontraba “protegida” por el caudillo ostrogodo Odoacro, el cual depuso a Rómulo Augústulo, el último emperador romano, en el año 476 d.C. Odoacro envió las insignias imperiales a Constantinopla, acto protocolario mediante el cual se ponía fin oficialmente al Imperio de Occidente, un cadáver muerto en el siglo III, pero que gracias a la energía de sus gobernantes se mantuvo en pie dos siglos más.

El Imperio que sobrevivió a la crisis del siglo III era un imperio feudal, la crisis económica generó que se volviera a la economía de trueque, o intercambio de bienes. Los impuestos se cobraban en grano, la industria se hundió, las ciudades se despoblaron y el campo se organizó en “villas”, lugares donde un señor mantenía un ejército privado para defenderse y defender a los campesinos de la zona. A cambio de la defensa, los campesinos trabajarían gratis las tierras del señor. Esta nueva cultura rural y feudal generó que Roma se despoblara, llegando a tener solo 300.000 habitantes del millón que tenía en sus tiempos de gloria. La crisis política generaba crisis económica y viceversa. El enorme e ineficaz ejército romano gastaba casi todo el presupuesto del estado, desapareciendo la inversión en obras públicas, con lo cual ni siquiera los caminos podían ser reparados. El continuo estado de guerra destruyó a su vez el comercio y las comunicaciones, quedando muchas provincias aisladas del poder central.

El estado romano se volvió un monstruo burocrático y tirano que gastaba en el protocolo imperial montones de oro que eran necesarios para afrontar los graves problemas del Imperio. Los campesinos eran los que más sufrían la tiranía del estado y en la mayoría de las ocasiones acogieron con agrado la llegada de los invasores bárbaros, viéndoles más como libertadores que como invasores. A veces, los mismos campesinos se rebelaban contra las injusticias del emperador.

Los invasores bárbaros no fueron los causantes de la caída de Roma, ya que nunca podrían haber acabado con un imperio estable, organizado, y dinámico. El Imperio Romano se suicidó con sus crisis internas, los bárbaros solo aprovecharon la ocasión para apoderarse de unas tierras llenas de riqueza.

Para finalizar, hay que recordar que, además de las causas citadas, la rica cultura y sociedad romana fue destruida por un enemigo inesperado que actuó desde dentro, un lobo con piel de cordero: el cristianismo. El Imperio de Occidente no solo cayó por la crisis política, militar y económica, sino que el cristianismo, con su intolerancia, generó una terrible crisis social, cultural y espiritual que agravó los demás problemas.

La Crisis del siglo III generó un gran auge del cristianismo, que hasta entonces era una secta minoritaria. Los cristianos ofrecían esperanza en unos tiempos donde la peste, la guerra y los crímenes se cebaban con la sociedad civil. Los emperadores no aceptaban que la secta cristiana pusiera en duda su poder político y acusaron a los cristianos de provocar la ira de los Dioses (la peste era considerada castigo divino) y propagar la peste con sus ritos funerarios (en parte era verdad, ya que no incineraban a sus muertos apestados).

La persecución a los cristianos fue iniciada por el emperador Decio en el siglo III e incrementada por el gran emperador Diocleciano, que vio en los cristianos a sus peores enemigos, ya que destruían la autoridad imperial y generaban revueltas en el seno del ejercito, ya que el cristianismo tenía gran número de seguidores en las filas del ejército. El emperador Constantino se convertirá al cristianismo debido a la ayuda que le prestaron los cristianos en su lucha por el trono. Constantino acabó con la persecución y permitió que el cristianismo fuera igual al resto de religiones imperiales. El gran emperador Juliano, intentó salvar el Imperio, reduciendo la burocracia y llevando al ejército a la victoria, además renegó del cristianismo e intentó devolver a Roma sus costumbres y tradiciones, pero sus generales cristianos no toleraron su conducta y le asesinaron.

Finalmente el emperador Teodosio promulgó el Edicto de Tesalónica, en el año 380, un edicto mediante el cual el cristianismo se convertirá en la religión oficial del estado. Esta acción será en gran medida artífice de la destrucción del Imperio Romano, ya que solo los habitantes de las grandes ciudades eran cristianos, los habitantes de las zonas rurales eran partidarios de sus antiguos cultos y rechazaron la implantación forzosa del cristianismo. Los cristianos no se conformaron con ser religión oficial y los obispos obligaron al emperador a promulgar el Edicto de Milán, en el año 392, mediante el cual se prohibían los antiguos cultos y se ordena la destrucción de los templos. Al convertirse en religión obligatoria el cristianismo desgajó a la sociedad, fracturando la cultura y tradición romana. Los obispos socavaron el poder del emperador, convirtiéndose en poderosas piezas de la política imperial. Los obispos provenían de la nobleza romana, tenían enormes propiedades, cientos de sirvientes e incluso ejércitos privados y disfrutaban reprimiendo cruelmente a los seguidores de los antiguos cultos que habitaban en las áreas rurales, a quienes llamaban paganos (pagano significa “habitante del campo”).

El cristianismo comenzó en esta época sangrientas persecuciones religiosas que culminaron con el asesinato de cientos de seguidores de las antiguas culturas. A su vez los científicos y filósofos fueron perseguidos a muerte por todo el Imperio. Ya antes de los edictos de Teodosio, las hordas de fanáticos cristianos destruyeron la biblioteca de Antioquía, quemando los preciados libros en enormes hogueras, y matando salvajemente a todos los filósofos de la ciudad. En Alejandría incendiaron su famosa Biblioteca y destruyeron el gran templo de Serapis. Por todas partes, los templos fueron arrasados, convertidos en establos e incluso en burdeles. Incluso los Juegos Olímpicos fueron prohibidos.

Incendio de la Biblioteca de  Alexandria por Ambrose Dudley
Incendio de la Biblioteca de Alexandria por Ambrose Dudley

Finalmente casi todos los templos y estatuas fueron destruidos, pocos escaparon a la furia cristiana. Millones de libros científicos y filosóficos fueron quemados. Miles de filósofos, científicos, astrólogos y campesinos murieron salvajemente. Así pues, cientos de miles de ciudadanos del Imperio preferían la llegada de las tribus germanas para escapar de la barbarie desatada por los locos y fanáticos obispos cristianos. Pocos querían defender un Imperio en el que el emperador se había convertido en un tirano, en el que la lenta y costosa burocracia mataba de hambre a los campesinos, en el que los obispos tenían poder absoluto sobre la vida y la muerte, llevando la oscuridad a la luz cultural del Imperio.

El Imperio Romano que sucumbió a las invasiones de germanos era un imperio feudal, preso de sus propios errores y debilidades, con una población que odiaba a sus gobernantes y con emperadores imbuidos en sus falsos sueños de poder absoluto, riquezas inmensas, despilfarro e inmoralidad. Un Imperio que habría hecho revolverse en sus tumbas al gran Julio Cesar y al primer emperador, Octavio Augusto.

Felizmente, el Imperio de Oriente conservó en gran medida la cultura y disciplina romana, y por ello sobrevivió. El Imperio Romano de Occidente se convirtió en un monstruo a raíz de la crisis del siglo III, la verdadera causa de su caída fue que acabó devorándose a sí mismo, acabando con lo más importante del Imperio: la esperanza y los sueños de la gente que lo habita.

© 2007 – Autor: Marco Antonio Martín García
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20 comentarios

  1. Estoy muy sorprendido con la combinación de narrativa y rigurosidad científica del artículo. BRAVO.
    Es un artículo muy ideológico y creo que debería haberlo hecho constar así. Estoy de acuerdo en casi todo.
    La corrupción moral, no obstante venía de lejos. No creo que el cristianismo fuera el mal absoluto del bajo imperio, puesto que el final del modelo de conquistas es el final del modelo social romano.

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  2. Pues el proceso se parece mucho a lo que estamos viviendo actualmente en España donde un gobierno odiado por muchos está «acabando con lo más importante…: la esperanza y los sueños de la gente que lo habita». Magnífico artículo, por otra parte.

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    • Creo que queda bastante bien explicado en el articulo, pero bueno, no cuesta nada responder: fue solo en Occidente. El Imperio Romano de Oriente, llamado posteriormente Imperio Bizantino, dura hasta la caída de Constantinopla en 1453, un hecho que junto al descubrimiento de América en 1492, señala el fin de la Edad Media y el Inicio de la Edad Moderna.

      El Autor.

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  3. Yo pienso que el texto esta bien planteado, pero creo que tiene pequeños errores de contexto histórico. Son casos muy puntuales, pero que accederían cambiar un poco la perspectiva. Algunas veces se plantea temas que como tal son bien explicados y ciertamente contribuyen a la caida del imperio, pero son expuestos cronológicamente desfachados y entonces pienso que se va perdiendo la idea de que la caída duro un par de siglos.

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  4. A mi me encantó el artículo, me refrescó muchos datos que había olvidado, y coincido con uno de los comentarios anteriores, el cristianismo solo aprovechó el periodo de crisis y decadencia del imperio romano de occidente.

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