La Primera Cruzada, 1096-1099

En el año 1095 el papa Urbano II convocó el Concilio de Clermont para solicitarles a los reyes, y a los nobles de la Europa Cristiana, la organización de una expedición militar para liberar los Santos Lugares del dominio musulmán. Al grito de “Dios lo quiere” cientos de nobles de pequeño y mediano rango se dispusieron a obedecer el mandato de la Iglesia y marcharon a Tierra Santa para liberarla a sangre y fuego, iniciando así uno de los periodos más sangrientos, y apasionantes, de la época medieval: Las Cruzadas.

Caballeros Cruzados
Caballeros Cruzados

El proyecto de liberar Palestina y el resto de lugares “Santos” empezó a barajarse tras la derrota del Imperio Bizantino a manos de los Turcos Selyúcidas en la batalla de Mantzikert en el 1071. Esta batalla significó la ocupación turca de la península de Anatolia y el corte de la vía terrestre de peregrinación a los Santos Lugares de Palestina, los peregrinos serán atacados, robados y asesinados por los nuevos ocupantes turcos. Estos ataques servirán de pretexto para organizar la Primera Cruzada, ante el peligro para el Imperio Bizantino, Alejo Comneno, emperador de Bizancio, escribió una carta al papa Urbano II, pidiéndole ayuda militar, en forma de mercenarios cristianos que defendieran las fronteras del Imperio Bizantino.

La Iglesia Católica vio en esta expedición contra los turcos una gran oportunidad para alcanzar influencia en Bizancio y lograr el sueño de siempre de la Iglesia Católica, la reunificación con los cristianos ortodoxos de Bizancio, la reunificación de las dos Iglesias bajo el dominio de Roma. Además la expedición serviría para imponer cierta paz y orden en una Europa en constante guerra feudal al encaminar a los belicosos nobles hacia la lucha contra un enemigo común: los musulmanes. Además muchos nobles venderían sus tierras a la Iglesia para poder sufragar los gastos de armas y equipo para la expedición. Así pues, la expedición granjearía en teoría numerosos beneficios para la Iglesia Católica.

Tras estas valoraciones y aprobado el proyecto, el papa Urbano II, en el concilio de Clermont , en el año 1095 predicó la organización de una expedición militar para liberar Jerusalén y Tierra Santa de la ocupación musulmana. Al grito de ¡Dios lo quiere! cientos de pequeños nobles organizaron ejércitos para participar en la expedición. Los reyes y grandes nobles en cambio no participarán de la expedición, ya que temían perder sus reinos mientras estaban fuera, además de no querer supeditar su poder al de la Iglesia y además afrontar el enorme gasto que supondría organizar la expedición. Así pues los pequeños nobles se tendrán que autofinanciar vendiendo sus tierras. Los pequeños nobles estaban entusiasmados con la idea de liberar Los Santos Lugares y conquistar nuevas tierras y grandes riquezas. Además contaban con la promesa de la Iglesia de que en su ausencia sus títulos y tierras (las pocas que les quedarían tras vender la mayor parte) serían respetados y defendidos. Otra gran promesa de la Iglesia era que si se convertían en “Soldados de Cristo” y participaban en la expedición sus pecados serían perdonados. Así que numerosos “pecadores” se apuntaron a la expedición. La promesa de la absolución de los pecados tuvo un efecto de “carta blanca” , ya que muchos nobles vieron en ello una oportunidad para cometer todo tipo de excesos sin temer ir al infierno, un temor que era muy importante en una época en que la religión regía todos los aspectos de la vida de un ser humano.

Mientras los ejércitos de nobles se preparaban, se formaron paralelamente expediciones de caballeros pobres y campesinos que partieron apresuradamente hacia Tierra Santa ese mismo año de 1095, totalmente desorganizados, como auténticas hordas de fanáticos, estas expediciones se conocerán como “La cruzada de los pobres”. Las dos expediciones de pobres más importantes estaban una bajo el mando del caballero Gualterio “Sin Dinero” (curioso apodo) y la otra bajo el de Pedro el Ermitaño, un famoso predicador. Además de estas dos expediciones se formaron otras dos, una al mando del predicador Fulk y otra a cargo del sacerdote Gottschalk. Estas hordas arrasaron a su paso los territorios de Hungría y de Bizancio, ya que no llevaban provisiones con ellos, además asesinaron a cientos de judíos, ya que la gente humilde siempre echaba la culpa de todos sus males a los judíos y a la mínima oportunidad se desataba el odio y las carnicerías. Tras cruzar el Bósforo con la colaboración de la marina de Bizancio, contentos de que se fueran lejos, los peregrinos llegaron hasta Asia y consiguieron derrotar en un principio a los turcos, pero al no vigilar la retaguardia y ser demasiado indisciplinados fueron posteriormente masacrados. Aunque Pedro el Ermitaño sobrevivirá y se incorporará a la expedición “oficial” de los nobles.

En el año 1096, los ejércitos de los nobles partieron hacia Tierra Santa agrupados por nacionalidades y cercanía. Los nobles franceses de la zona norte y este estarán bajo el mando de Godofredo de Bouillon, junto a sus hermanos Eustaquio de Bolonia y Balduino, además de Roberto de Flandes. Los nobles de la Provenza, el sur de Francia, estarán bajo el mando de Raimundo de Tolosa y también acudirán a la expedición Roberto duque de Normandía e hijo de Guillermo el Conquistador y Hugo de Vermandois, hermano del rey de Francia. Otro contingente será el formado por los normandos de Sicilia, al mando de Bohemundo de Tarento y su hermano Tancredo. Además de estos grandes ejércitos se unirán pequeños grupos de nobles alemanes e italianos, e incluso algún español. Cada ejército acataba las órdenes de su señor, pero todos acataban el mando único de Adhemar, obispo de Le Puy, en Francia. Aunque la expedición estaba nominalmente bajo el mando de Alejo Commeno, el emperador de Bizancio, realmente solo obedecían al obispo Adhemar, sobre todo lo normandos de Sicilia, que odiaban a los bizantinos.

Tras seguir diferentes rutas marítimas y terrestres los ejércitos de cruzados, llamados así por que solían llevar una cruz de tela blanca cosida a sus ropas, llegaron a Constantinopla en el año 1097. En la ciudad, capital de Bizancio, tuvieron numerosos enfrentamientos con Alejo Commeno, dispuesto a no dejarles cruzar el Bósforo a menos que juraran devolver a Bizancio todas las tierras que conquistasen a los turcos. Tras el juramento los ejércitos cruzados pudieron cruzar el Bósforo y llegar a Anatolia, donde se enfrentaron a los hasta ahora “invencibles” turcos, pero los ejércitos de la Europa Feudal, acostumbrados a continuas batallas sorprendieron a los turcos con su superior táctica militar y alcanzaron importantes victorias en Nicea y Dorilea, ciudades que devolvieron de mala gana a su propietario Alejo Commeno.

Tras estas victorias la expedición se dirigió a Antioquía, pero sin Balduino de Tolosa, que partió por su cuenta a conquistar el condado de Edesa, fundando el primer estado cristiano en la región. Tras llegar a Antioquía, los cruzados se encontraron con un hueso duro de roer, Antioquía era una gran plaza fuerte y conquistarla suponía como mínimo varios meses de asedio. Antioquía será un punto de inflexión en la expedición. Durante le largo asedio los ejércitos cruzados librarán durísimas batallas contra los ejércitos turcos que acudían al rescate de la ciudad. Durante este asedio y otros aparecen referencias a” los Tafurs”, un grupo de fanáticos cristianos que se unieron al grupo del príncipe Bohemundo. Estos Tafurs estarían mal armados y serian de costumbres bastantes primitivas, pero se harían por cocinar los cadáveres de los turcos y comérselos. Los Tafurs tenían a la carne de turco como un auténtico manjar…no se sabe si los Tafurs era un grupo de mendigos europeos o si eran cristianos manoritas o armenios, yo me decanto por está última opción. En cualquier caso se hicieron tristemente famosos por sus fechorías y por su canibalismo.

Antioquia tenía que ser tomada cuanto antes, ya que lo suministros escaseaban para un largo asedio, así que los cristianos recurrieron a métodos de guerra psicológica tan terribles como cortar las cabezas de prisioneros turcos y lanzarlas sobre la ciudad. Finalmente el 3 de Junio de 1098 la ciudad cayó mediante la traición de unos defensores a cambio de oro. Los cristianos ocuparon la ciudad, e inmediatamente surgieron las primeras desavenencias, Bohemundo se enfrentó a los bizantinos de forma deliberada, les expulsó del ejército y así tuvo una excusa para romper el juramento de devolver los territorios conquistados a Bizancio. Bohemundo fundará el principado de Antioquía, ciudad que desde entonces será reclamada por los bizantinos. El hallazgo en la ciudad de la “Santa Lanza”, un “pilum” romano normal y corriente, llenará a los cristianos de gran fervor y de esperanza, pues tras tomar la ciudad pasaron de asediar a ser asediados por un inmenso ejército turco. Por suerte para ellos los generales turcos entraron en desavenencias y levantaron el asedio. Otra desgracia que surgió en Antioquía fue la muerte del obispo Adhemar, el único hombre capaz de unir bajo su mando a los distintos ejércitos cristianos.

Tras Antioquía el siguiente destino era Jerusalén, ciudad santa para cristianos, judíos y musulmanes. La ciudad estaba por entonces en disputa entre los Fatimíes de Egipto y los turcos. Pero a los cristianos les daba igual, estaban dispuestos a liberará la ciudad a cualquier precio y tras un duro asedio tomaron la ciudad el 15 de Julio de 1099. Al entrar en la ciudad los cristianos cometieron una de las mayores matanzas de la historia, que encendió un eterno odio religioso entre cristianos y musulmanes. Según las crónicas de la época:”en las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias”.Cerca de 40.000 personas fueron brutalmente asesinadas de mil formas diferentes, en una auténtica orgía de sangre y destrucción. Todo en nombre de un Dios y una fe.

Tras las conquistas, los nobles cristianos se repartieron el territorio conquistado y fundaron el reino cristiano de Jerusalén. Nombrando regente a Godofredo de Bouillon, que se autodenominaba el “Defensor del Santo Sepulcro”. Tras morir Godofredo en 1100, su hermano Balduino abandonó el condado de Edesa y fue nombrado como primer rey cruzado de Jerusalén. La actuación de los cruzados dejó conmocionado al mundo musulmán, nunca antes se había visto ese nivel de barbarie, salvajismo y destrucción. Los cruzados habían matado y torturado a miles de personas, hombres, mujeres y niños solo por el hecho de ser de otra religión. Este actuar engendró un enorme odio entre ambas religiones, y creó unas heridas que aún hoy en día no se han cerrado. Tampoco los judíos se libraron de la crueldad cristiana, Emich de Leisinger, poderoso noble alemán, que formó parte de los ejércitos cruzados, se tatuó una cruz roja en el pecho con las palabras “venguemos la muerte de Cristo”, y se dedicó a asesinar y a robar a cientos de judíos. Un hombre del que se cuenta que asaba niños y llevaba un abrigo del que colgaban los testículos de sus enemigos. Todo un precedente del racismo alemán hacia el pueblo judío que acabará en el holocausto nazi. Muerte, torturas, violaciones, saqueos…..todo ello en nombre de la fe y ocasionado por la “Carta Blanca” que era para esta gente saber que por mucho mal que hicieran tenían el cielo asegurado, ya que la Iglesia Católica había prometido la absolución de todos sus pecados. Nos guste o no, la Iglesia Católica es la responsable directa de todas estas matanzas y del odio entre religiones.

El fanatismo y las ansias de poder cegaron a toda la cristiandad, desacreditando a una religión que difunde un mensaje de paz y amor, no de odio. El único factor positivo de las cruzadas fue que puso en contacto dos mundos anteriormente aislados, dos civilizaciones, Occidente y Oriente, un contacto que servirá para fomentar y difundir la cultura de ambos mundos y para desarrollar el comercio y la riqueza.

© 2007 – Autor: Marco Antonio Martín García.

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9 comentarios

  1. Excelente trabajo, muchas gracias. Lo irónico, hasta la fecha es que muchos no lo entienden, pero es porque no quieren entender. La iglesia católica y muchas otras iglesias son el poder de la esclavitud mental y espiritual de millones. Dios es Dios de Amor y Justicia y la única manera de conocer sus propósitos es que cada uno lea su palabra y no esperar que líderes religiosos lo hagan.

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  2. Buenas tardes, Marco Antonio:

    Me ha gustado tu artículo, es objetivo y también me gusta tu escritura.

    Toda descripción ante tanta aberración y barbarie, siempre será escasa; no deja de ser una triste evidencia que las religiones «son armas de destrucción masiva».

    Amin Maalouf en su genial libro «Las Cruzadas vistas por los árabes» cuenta las terribles atrocidades de estos tan malolientes y sucios creyentes.

    Un cálido saludo.

    Patricia

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